martes, 5 de junio de 2012

Tour de la cerveza


Martes 29 de mayo de 2012

Tour de la cerveza

El despertador no sonó, el día anterior me había acostado ofuscado con el sol todavía sonriendo y sin comer, el ruido de mis tripas también la despertó a ella, la ducha obligada (para nosotros, para los checos y los europeos en general, me da la impresión de que es un tema que los tiene absolutamente sin cuidado) y a bajar que el desayuno es solo hasta las nueve.
No tengo que explicarles que con tiempo, porque llegué temprano, y con hambre, las veces que llené la batea de porcelana con víveres varios fueron incontables.
Luego tranquilo apronté el mate, Analía tuvo que ponerse a trabajar un rato y contestar algunos correos, aproveché para lavar algo de ropa y darle al mate a ver si podía salir livianito para la calle.
A la una me acarició el viento en la vereda, avisándome que íbamos a tener un día más veraniego que primaveral, desistimos del tranvía y caminamos unas cuadras hasta la orilla del río, fotos, risas y sol, no teníamos un plan hasta las seis que comenzaba el Tour de la cerveza.
Quiso el destino que me apoyara un momento sobre la baranda que da hacia el río, con mi espalda hacia él, mirando el inmenso cerro tupido de vegetación que estaba justo frente a mi, al otro lado de la calle; a pocos metros del suelo veo entre el verde de las hojas la cabeza de un hombre que se nota va caminando:
- ¡Analía! ¡La pared del cerro tiene caminos! ¡Vamos a subir!
- ¿Qué? Ya estás con tu turismo aventura, ¿no ves qué es todo verde, pasto y árboles?
- No, no, vi a un hombre caminando, estoy seguro que se puede subir.
- ¿Te parece? Mira que no vamos a volver al hotel antes de la medianoche, es mucho tiempo para cansarse demasiado.
- ¿Te arrepientes de haber subido el monte en Budapest?
- No, claro que no, pero...
- ¡Vamos! Este está mucho mejor, las fotos hermosas que hemos visto por todos lados las tienen que sacar de un lugar alto, estoy seguro que es aquí.
Tres cuadras más adelante, unas escaleras y un caminito de adoquines asomaban tímidamente entre los árboles hasta tocar la vereda.
Arriba hay un parque muy bien cuidado donde la gente va a correr, tomar sol, charlar y al cual por supuesto se llega por los montones de calles que terminan en él por su cara menos empinada, solo el hombre y una pareja de uruguayos suben por la cara vertical que da al río.
La vista de la ciudad, del río, de los puentes que lo cruzan es espectacular, sacamos montones de fotos, incluso puse una de ellas en mi portada del face.
Disfrutamos muchísimo el parque y sus vistas, seguimos caminando por lo alto con el río allá abajo, tanto caminamos que nos acercamos hasta el Castillo de Praga y ya que estábamos tan cerca nos dirigimos a él.
Recorrimos todos los edificios que rodean al Castillo, sabiendo que al otro día volveríamos porque ya teníamos los tickets comprados para hacer el paseo del Castillo, no nos preocupó porque se disfruta igual y lo bueno de las visitas guiadas es lo que te cuentan.
Bajamos, caminamos un poco por el barrio barroco, hermoso como todo en Praga, nos dio hambre y nos sentamos en un boliche a comer, pedimos unas entradas típicas de la cocina checa y un par de jarras de cerveza, la tarde invitaba a seguir tomando.
Cruzamos el puente Carlos para dirigirnos al punto de encuentro, iban varias horas de caminata y unos cuantos kilómetros, nos quedamos a descansar en medio del puente escuchando a unos músicos callejeros que la rompieron.
Llegamos al punto de encuentro, Pablo, el guía, nos pidió que esperáramos porque faltaba llegar gente; al final en el grupo solo éramos 9, eso incluye a un brasilero que no le entendía nada al guía pero si a nosotros, así que fuimos guiados y guías a la vez.
El tour fue la frutilla de la torta para culminar un día espectacular, los 4 boliches a los que nos llevaron no son turísticos, por el contrario, allí solo hay checos tomando cerveza y charlando.
La cerveza que tomamos no es pasteurizada, está en tanques de 500 litros y tiene una vida útil de no más de tres días, luego se pudre; hicimos la prueba del escarbadientes que consiste en dejar caer uno de estos palillos sobre la espuma de la cerveza, el palito queda clavado de tan densa que es la espuma.
Por supuesto que cada cerveza iba acompañada de una historia, datos, cifras y cuentos interesantísimos, pero cuando nos hicimos íntimos amigos de los otros 7 participantes incluido el brasilero poca bola más le dimos al guía.
Había una pareja de españoles, él estaba indignadísimo con los checos porque esa misma tarde le había pasado lo mismo que a mi con el cambio: “¡joder hombre!¡qué esto no te lo hacen en ningún lugar de Europa!, lloré de felicidad, lo hice reír al español como media hora.
Le preguntamos la edad a 2 chiquilinas españolas que también estaban con nosotros, 20 añitos, estudiando y viviendo en Alemania, hablaban inglés, alemán y francés, pensé lo lejos que están nuestros jóvenes de éstas oportunidades. Las otras 2, unas amigas de unos 35 años con unas ganas de fiesta que ni te digo, por suerte estaba el brasilero que empezó a entender clarito nuestro idioma.
Cenamos, también espectacular, nuestro plato tenía pato, cerdo, salchicha checa, verdura saltada y otras cosas que no supimos que eran, el guía dijo que nos acompañaba si queríamos seguir tomando y yo con varias cervezas arriba dije: ¡por supuesto!
Cuando le dije al guía que iba a tomar absenta, que había leído que en República Checa es legal aun con la raíz que produce alucinaciones, me miró y dijo que se tenía que ir y salió casi que corriendo; ELLA me suplicó, que no iba a poder conmigo, que como hacía para llevarme al hotel, porque es obvio que iba a quedar fuera de combate, mil argumentos, hasta en un momento un tono de prohibición; a esa altura poco me importaba donde iba a quedar durmiendo, pero venció la sensatez y entre risas y tomados de la mano nos dirijimos hacia la parada del tranvía.


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