jueves, 31 de mayo de 2012

De Bratislava a Praga

Domingo 27 de mayo de 2012

Bratislava - Praga

Después que los muchachos nos despertaran a las 5 y media de la mañana todo se tranquilizó y dormimos un par de horas más, una ducha y salimos a la calle a procurarnos un desayuno. El supermercado estaba cerca por suerte y desayunamos entonces con una temperatura espectacular en el patio del «Patio Hostel».
En la terminal había más movimiento que el día anterior, o sea, unas cuatro o cinco personas, faltando unos 10 minutos para que saliera el ómnibus fuimos hasta la plataforma de salida y sin saber (como siempre) cual era el ómnibus empezamos a preguntar; dimos con él, nos subimos y a esperar el viaje de 4 horas y media, por supuesto aproveché para escribir.
Bratislava está muy cerca de Viena, mi consejo, hagan una excursión por el día desde Praga y listo, no hay mucho para ver, ahora, si lo que quieres es tomar cerveza y salir en la noche, Bratislava es tu destino.
El ómnibus muy coqueto, enchufe para le netbook, wifi, asientos con entrada para auriculares para ir escuchando música, la tecnología de un avión pero mucho más cómodo.
A las 16:37 y con 27°C la terminal de Praga nos veía llegar, no nos llamó la atención que fuera pequeña, pero por lo menos tenía un cambio, detalle importante ya que los checos no aceptan euros y tienen su propia moneda, las coronas checas, que valen lo mismo que el peso uruguayo.
Cambiamos 200 euros a 24.90, un cambio bastante aceptable.
Teníamos anotado como llegar al hostel, primero el metro y luego el tranvía, un par de cuadras caminando y listo, un mapa impreso y la dirección nos daba la seguridad de que llegaríamos a destino sin inconvenientes.
Compramos un par de tickets de media hora en una tienda y nos metimos al metro, mi cabeza ya funciona como la de un alemán, ni se me ocurre viajar sin boleto.
Nos bajamos del metro, buscamos la parada del tranvía, medio éste que sería el único que utilizaríamos de ahí en más en Praga y que es por lejos el más utilizado por la gente del lugar y estuvimos atentos a las paradas.
Caminamos una cuadra y media y llegamos sin contratiempos al hostel, comentando el olor ácido a transpiración que había en el tranvía, hecho este que se hizo permanente en el transporte público, supongo que por reminisencias de su pasado oscuro en donde conseguir desodorante sería muy difícil, los hombres checos de más de 40 años no usan desodorante y el olor a transpiración para nosotros que no estamos acostumbrados es muy fuerte.
Pues bien, como les contaba, llegamos al hostel que resultó ser un hotel, las 2 cuadras que hicimos en el barrio no nos gustaron, es una zona de oficinas alejada del centro histórico que es donde está la movida y no se ve a nadie, muy quieto.
Analía me recordó que habíamos elegido ese hostel porque en la página decía que aunque alejado 15 minutos del centro el transporte era bueno y además incluía el desayuno, hecho este que me alegró el día.
Nos pegamos una ducha, nos tiramos en la cama un rato a descansar y a las 8 y media el centro histórico tenía 2 uruguayos caminando por sus calles locos de contentos, Praga es una ciudad hermosa, con una historia increíble, con edificios hermosos e iglesias de cuentos de hadas.
Recorrimos un poco sus peatonales, que en algunas zonas se comparten con el tranvía e incluso algún auto y nos sentamos a comer una piza y tomar una cerveza frente al reloj astronómico, reliquia ésta que fue construida en el siglo XV y todavía funciona.
Caminamos otro rato, apreciando la belleza de la ciudad y a las 11 estábamos en la cama.

Bratislava, ¿dónde está la terminal?

Sábado 26 de mayo de 2012

Bratislava, ¿y dónde está la terminal?

Los europeos en general y los turistas todos, viajan en avión o en tren, el ómnibus no lo usan ni para la excursión del geriátrico.
Nosotros no nos podemos dar el lujo de ignorar tan noble medio de transporte porque el pasaje que en tren sale 62 euros en ómnibus nos salió 12, y si hubiéramos encontrado el ómnibus verde con el que Julio Víctor González (El Zucará) hacía la ruta Rocha - Lascano, nos hubiéramos trepado.
El tema es que teníamos un folleto con horarios de EuroLines y sabíamos que a las 11 y 30 de la mañana salía un ómnibus hacia Bratislava, la terminal nos vio llegar a eso de las 11 después de un rico desayuno, nos acercamos a la ventanilla y la señora al escucharnos inmediatamente señaló a su compañera después de exclamar algo parecido a «me no english».
Nos atendió una muchacha más joven con un buen manejo del inglés y le pedí dos pasajes para Bratislava, de una manera muy cortés me explicó que no sabía si había asientos o no, que pensaba que si, pero hasta que no llegara el ómnibus no lo podía saber; le pregunté a que hora era el próximo turno y me dijo 13 y 30, por favor, espere ahí sentado que yo le reservo dos pasajes y se los doy apenas sepa si hay asientos o no, le hice caso y me puse a escribir.
A las 11 y 15 llegó el ómnibus, me acerqué a la ventanilla y le dije que yo seguía ahí, que no se fuera a olvidar de mi. Cinco minutos más tarde me llamó y me vendió los pasajes, claro que en ningún lugar el pasaje indica número de asiento, se ve que cuentan que haya menos pasajes que asientos y listo.
El chofer solo hablaba en eslovaco o checo, porque en realidad es lo mismo, solo cambia el acento, como un uruguayo y un cordobés, cara dura e inexpresiva como pocas, imposible saber si estaba enojado o sereno, pero mejor no hacerle bromas.
Le mostré un mapa de Bratislava y le señalé la terminal, me hizo que no con la cabeza y me dijo algo que me pareció «Zentrum», le dije a Analía que no llegaba a la terminal pero que me parecía haberle entendido que nos dejaba en el centro, ¡mejor! dijo ella con su mejor sonrisa, un escalofrío me recorrió la espalda.
Subimos y con nosotros un grupo de unas 15 mujeres de excursión, supongo que hablaban eslovaco, otros pasajeros hablaban en alemán; apenas se movió el ómnibus aquellas mujeres empezaron a hablar todas a la vez y fuerte, fue una hora de viaje escuchando la señal de ajuste, jamás me quejo de dolor de cabeza pero cuando bajé tenía la cabeza absolutamente embotada.
Veníamos por la autopista, otra frontera sin puestos de control, al rato empezamos a ver los bloques de viviendas todos iguales, señal inequívoca de estar entrando a una ciudad que estuvo bajo la tutela del régimen comunista de Moscú, hoy estos bloques están pintados de colores pastel, naranjas, celestes, verdes, que rompen con la monotonía de una igualdad que nunca existió.
A poco de andar, más despacio obvio porque ya estamos en la ciudad, un puente sobre un río, que resultaría ser el ya conocido Danubio.
El ómnibus cruza el puente, hace una rotonda, estaciona debajo de él, el chofer baja y empieza a sacar maletas para la explanada debajo del puente; ¡ah bueno! ahora si estamos fritos, intento comunicarme con el chofer, cosa casi imposible y alcanzo a entenderle por señas que el da vuelta aquí de nuevo para Viena.
No hay terminal, no hay puestos de información turística, nosotros con maletas, mochilas y alguna bolsa y con un plano que incluía la zona del hostel y el camino desde la terminal de ómnibus, en pocas palabras ni la más puta idea de donde podíamos estar.
Viajar en ómnibus es barato, ¿les dije eso no?
Eran las 12 y media, un día precioso, cero estrés, así que arrancamos mansos hacia una plaza donde se veía gente, para tratar de encontrar un plano de la ciudad y manejar mejor nuestras posibilidades.
Caminamos 15 pasos y Analía me dijo, espera, esa gente está hablando en español, excelente. Una excursión de argentinos de gente de 50 para arriba, nos acercamos y les preguntamos si tenían un plano, por suerte tenían y nos lo dieron porque ya se iban, y uno de ellos nos explicó que estábamos en uno de los extremos de la zona turística, que era muy pequeña y que no abarcaba más de 14 o 15 cuadras de ancho.
Obvio que al mirar el mapa, vimos sin sorpresa que nuestro hostel estaba a unas pocas cuadras del otro extremo de esta zona céntrica y turística, ciudad sin metro, nosotros sin ideas de las rutas de los tranvías, no nos dejó más opción que tomarnos el ómnibus de Ramón, un poco a pata y un poco a talón.
Fuimos descubriendo un centro histórico, lleno de callecitas de adoquines, con poca gente, fachadas de otros tiempos, escasa cartelería y al atravesar toda esta zona y llegar a una avenida cercana al hostel vemos que tampoco hay semáforos, o mejor dicho, unos pocos pero solo con la luz amarilla destellando, ni siquiera eso era necesario, no vimos un auto ni de casualidad.
Luego nos explicaron que los fines de semana la gente se va para afuera, Eslovaquia está cubierta de bosques y la gente pasa mucho tiempo fuera en verano cuando pueden hacerlo, en invierno con temperaturas que alcanzan o superan los -25° C no se puede hacer mucho.
Caminamos sin cruzarnos con nadie un par de cuadras más, ¿y la gente de este lugar?, hasta que llegamos a la entrada de nuestro hostel: «Patio Hostel»
¡Ay la puta madre! ¿Entramos? Dale, se ven autos nuevos allá adentro.
Un portón de lata todo grafiteado, paredes descascaradas, un par de tarros de basura sin levantar, un edificio en total estado de abandono y un cartelito pequeñito con una flecha hacia adentro indicando: «Patio Hostel», fue nuestra bienvenida al lugar en que pasaríamos la noche, creo que recé.
Al pasar esa entrada derruida nos encontramos con un estacionamiento lleno de autos nuevos y un edificio de 5 pisos muy nuevo, entramos, mucho movimiento y en recepción nos atendieron bastante bien. Nos dieron una llave con un pecesito y nos explicaron que las habitaciones no tienen número, si no que tienen dibujos.
Ascensor hasta el cuarto piso, buscamos la puerta de los pecesitos y entre risas nuestras y las que salían por todos lados en el hostel entramos, la habitación un lujo, incluso con baño privado. Miré por la ventana e hice un reconocimiento de nuestra situación, un edificio abandonado que da a la calle está delante nuestro, el «Patio Hostel» está construido exactamente donde algún día fue el patio de éste edificio.
En el hostel se respira por todos lados “ambiente hostel”, muchos jóvenes charlando, un patio con mesas y sillas donde hay varios comiendo, una sala de reunión en la planta baja con un bar donde la cerveza vale 20 pesos, guitarras, música... ¡notable!
En recepción hago la pregunta de rigor, ¿es seguro andar caminando por Bratislava, y de noche?, la respuesta es un rotundo si, nada nos va a pasar.
La atracción turística de Bratislava, además de su centro histórico es el Castillo que está en una colina justo encima del puente donde nos bajamos, allá volvimos, otras 20 cuadras caminando, pero en el centro paramos en un bar con mesas y sillas en la calle a almorzar, estábamos con hambre; tuvimos un almuerzo y una charla con una pareja de veteranos australianos que estuvo genial.
Bajamos hasta la orilla del río, y caminamos y caminamos, subimos al Castillo, sacamos unas buenas fotos, y decidimos buscar la terminal de ómnibus para sacar los pasajes para el otro día hacia Praga.
Como no podía ser de otra manera la terminal estaba a unas 20 cuadras, las caminamos, y entramos... NADIE, absolutamente vacía, increíble, ni una persona en la terminal, documentamos con fotos.
Compramos el boleto para Praga, a la única funcionaria que había y que por suerte hablaba algo de inglés, 14 euros, hora de partida 12 y 30, el mediodía del domingo.
Con los pies y piernas destruidos caminamos hasta el hostel, nos olvidamos de sacarle unas fotos a la entrada, imperdonable.
Eran las 8, nos dormimos como hasta las 10, cenamos lo que habíamos comprado en un supermercado y bajamos a ver la movida y tomarnos una cerveza.
Muy linda la taberna del hostel, dimos cuenta de un par de jarras de cerveza y envalentonados por los humores del alcohol salimos a ver que tan tétrico era pasar por la entrada en la noche.
Luces que detectan el movimiento se fueron prendiendo desde la puerta del hostel hasta la calle misma, menos mal, si no hubiera sido una experiencia digna de una buena película de terror.
Sábado de noche, semáforos apagados, poco movimiento, caminamos un par de cuadras y nos volvimos, ya teníamos suficiente de Bratislava.

Les dije que este si era un hostel con “ambiente hostel”, muchos jóvenes, con una movida tremenda, a las 5 y 15 de la mañana, el sol alto ya, empezaron a llegar del baile, risas, gritos, conversaciones fuertes y por supuesto, ni idea de donde estaban, intentaron abrir nuestra puerta unas 10 veces, yo reía como loco mientras ELLA gritaba: “¡Go go! ¡Aquí no es!

domingo, 27 de mayo de 2012

Juegos, diversión y computadoras

Viernes 25 de mayo de 2012

Juegos, diversión y computadoras.

El jueves fue maratónico, por eso nos levantamos bastante tarde y a mediodía recién estábamos desayunando.
Analía insiste con la compra de la computadora, quiere que se me vaya la cara de reverendo pelotudo triste, bueno, vamos a ver - le digo - e insisto en que en el shopping de la parada de metro tiene que haber algún local con venta de productos electrónicos.
Recorremos el shopping que es bastante grande y encontramos un local llamado «cyberport» con venta de celulares, computadoras, notebooks, netbooks, TVs al estilo de los best buy que vi en New York. Recorremos las góndolas mirando rápidamente los precios, le digo a Analía que busque la más barata, a los 2 minutos me dice: “estimado cliente, le informo que la mejor compra con la mejor relación costo beneficio es una acer que vi justo ahí”.
La miro, es la misma que me habían ofrecido en la otra casa, me acerco a un vendedor y le digo que una netbook de la misma marca pero un poco mejor en internet me sale 250 euros y no 290, el tipo que habla peor el inglés que yo me dice que por ese precio la máquina viene sin Windows y que no sirve para nada, se me iluminan los ojos, le digo que me muestre la máquina y sus características, la busca en una de las terminales y me imprime la hoja.
Leo cuidadosamente, Acer Aspire One D270, 2 gigas ram, 320 de disco, batería de 6 celdas por 265 euros, miro a Analía, y ella le dice al vendedor: ¡ya! ¡tráigame esa máquina!, el tipo de un saltito hacia atrás con cara de susto y le traduzco, solo me salen señas, pero con mi cara de felicidad y el dedo apuntando a la hoja que me dio entendió clarito.
Foto en la puerta del comercio, con mi nueva cara y nueva computadora.
Hasta el hostel a dejarla para salir a pasear, la prendo, viene con freeDOS, pienso que no tengo un pendrive y tampoco una imagen de linux por ningún lado, así que bajo y me siento en la pc del hostel, bajo un iso de xubuntu en 10 minutos y lo dejo guardado en una carpeta.

En todos los mapas de la ciudad está marcada una rueda gigante, el día anterior la habíamos visto de lejos, así que para allá salimos a ver la tan famosa rueda gigante, luego nos enteramos que tiene 64 metros de altura y es la más antigua de Europa.
Cuando llegamos nos encontramos con el Parque Rodó, nada más que mucho más grande, con juegos mucho más audaces y modernos, con música clásica de fondo y sin la vista de la playa Ramírez (punto en contra).
La rueda es gigante de verdad, pero no me llamó la atención y pasé de largo por ella, mirando fijamente como león a la cebra una torre altísima con unas sillitas colgando de cadenas.
Por la torre sube y baja un anillo de metal con brazos hacia afuera cual tentáculos de pulpo y de cada brazo cuelga con cadenas de unos 10 metros de largo una silla doble, a su vez el anillo gira y con él las sillas alrededor de la torre.
Convencí a Analía y me acompañó, poca gente en el parque, así que no tuvimos que esperar ni hacer cola, les comento al margen que un día la llevé al Cerro San Antonio y casi muere del susto en el aereocarril, pues bien, nos sentamos en las sillitas, tocamos las cadenas tan gruesas como para atar a un pequinés o un gato, nos pusimos el cinto de seguridad y antes aún de que aquello comenzara a moverse, con el suelo en la punta de nuestros pies nos cagamos hasta los pelos.
Aquello empezó a subir.
Fue tal la sensación de inseguridad que no pude disfrutar ni un momento del juego, mis amigos saben que me gusta la adrenalina, que hasta en paracaídas me he tirado, que puedo subir y bajar de una montaña rusa 50 veces sin marearme y además fascinado, pues esta vez no, fue imposible. Me distraje un momento cuando Analía con la voz absolutamente quebrada dijo que se iba a poner a llorar y repetía sin cesar: ¡Ay la puta madre, qué hago aquí, qué mal me siento!
Intenté tranquilizarla pero tuve que confesarle que el miedo que estaba sintiendo era tal que estaba seguro que estaba cagado de verdad. Ella miró al horizonte y parece que le hizo bien y pudo calmarse un poco, yo tenía que mirar para abajo y también para arriba, por más cagaso que tuviera no me perdonaría no mirar, 117 metros de altura tiene la torre y la sillita en la que voy sentado parece hecha con una tapa de olla y las cadenas, ¡ay las cadenas!, finas como una pulserita.
Amantes de los juegos de riesgo, de la adrenalina, no les recomiendo para nada este juego, ¡es horrible!
Después que alcanza la altura máxima y comienza a bajar se detiene a unos 20 metros de altura y el anillo empieza a girar de forma desaforada, como si fuera el tanque de centrifugado de una lavadora, la fuerza hace que las cadenas se estiren y queden casi paralelas al suelo, ahí le copié las palabras a Analía ¡Ay la puta madre, qué hago aquí!
Nos llevó unos 15 minutos recuperarnos sentados en un banco sin decir una palabra, ella juró que nunca más se subiría a una cosa parecida.
Recuperados y con el valor de podernos reír de la experiencia vivida, a por más juegos fuimos.
Elegimos una montaña rusa en la que vas dentro de una cápsula acostado, tal cual como van los que hacen ala delta, esto estuvo genial, una sensación absolutamente diferente, genera adrenalina, vértigo y no miedo.
Con la cuota de juegos cumplida con creces nos fuimos hasta el centro de nuevo, dimos una vuelta y yo tenía la cabeza en instalarle un sistema operativo a la máquina para poder conectarme con mi familia a la noche, además escribir en papel es mucho más lento y cansador. Analía se dio cuenta y me dijo que fuéramos para el hostel, previo paso por un super porque quería comprar algo para cocinar para la cena.
Compré un pendrive y no lo pude hacer booteable porque se necesita acceso de administrador para tal tarea y las máquinas del hostel no me brindaban esa posibilidad; pregunto donde hay un ciber y nadie sabe, con la proliferación de las redes inalámbricas y las computadoras portátiles estos negocios desaparecieron.
Salgo del hostel a caminar un poco y despejarme, no puedo creer que no pueda instalarle xubuntu a la máquina porque no puedo hacer un pendrive arrancable, a las 5 cuadras veo un cartel: NetCafé, ¡no puedo creer!, entro, hablo con la muchacha que atiende y me dice en español: «que xubuntu ni que leche, no entiendo nada lo que hablas, pero te habilito una máquina y lo intentas»
- ¿Eres española?
- No, Serbia.
- ¿Y por qué hablas tan bien el español y con acento español?
- Pues porque he vivido el año pasado allí.
- Y por lo que veo también hablas alemán
- Si claro, llevo algunos años viviendo en Austria, con excepción del pasado.
- Obvio que hablas inglés ¿no?
- Si, trato con turistas todo el tiempo, además mi lengua nativa es el serbio.
Me quedé pensando, me llamó poderosamente la atención que la muchacha hablando 4 idiomas trabajara como empleada en un ciber.
El tema es que luchando con las máquinas viejas del ciber logré al cabo de una hora más o menos tener mi pendrive booteable con xubuntu, de ahí al hostel, instalé el sistema operativo y pude volver a hablar por skype con mi casa.
Cenamos unos tallarines de chuparse los dedos, un poco de ensalada, y salimos a la calle en busca de alguna birra, encontramos un lugar que nos gustó, dimos cuenta de un par de ellas cada uno y a dormir.
Al otro día nos esperaba Bratislava.

Viena, la ciudad de la música

Jueves 24 de mayo de 2012

Viena, la ciudad de la música

Al despertarme, antes incluso de abrir los ojos me pregunté: ¿qué es lo que me molesta?, la respuesta vino sola, recordé que había perdido la netbook; no tenía ningún sentido seguir lamentándome, me duché, desayunamos muy animados y entre risas comenzó un día muy lindo en la capital de la música.
Con un pase libre del metro por 72 horas de 13 euros salimos a la calle a ver que tenía Viena para nosotros, queda feo que lo diga pero yo no quería pagar el pase, en fin, Analía me hizo comprarlo.
Nos bajamos en el centro, mucha gente, una iglesia gótica en restauración que da nombre a la plaza Stephansplatz, una feria de puestos en la plaza y decenas de hombres ofreciendo entradas para los teatros, la ópera y conciertos de ambiente imperial. Los hombres llevan pelucas blancas con trenza y además librea y corbatín, no se confundan, pueden regatear, de 40 euros cada uno la entrada para ver una ópera llegamos a 29 euros y la dama gratis, no se confundan de nuevo, no van a ver “damas gratis” ni “pibes chorros”. Desechamos de plano la idea de entrar a uno de estos espectáculos y buscamos un puesto de información turística, queríamos encontrar un tour en español. En el puesto de información el señor que nos atendió nos dijo que en Viena no existe tal cosa, nosotros ya habíamos visto en internet que teníamos que contratar un guía privado y eso excedía por lejos el presupuesto de viaje, tomamos un montón de folletos y comenzamos a recorrer el centro de la ciudad siguiendo la ruta de uno de los city tours.
Viena es una ciudad de contrastes, conviven armónicamente la tradición con la vida moderna, no ves rascacielos y muy pocos edificios altos, pero por ejemplo el metro es por lejos el más moderno de los que he visto. Se respira arte y música por todos lados, el 2012 Viena lo ha dedicado a Gustav Klimt, leo en un folleto: “Mujeres, alcohol y buena mesa: Gustav Klimt sabía vivir bien. Y era además un pintor que revolucionó el mundo artístico vienés de 1900. En 2012 se celebraría su 150 aniversario. Un buen motivo para que los museos de Viena presenten excepcionales retrospectivas. “El Beso”, el cuadro más famoso de Klimt, se encuentra en el Belvedere.”
El centro de Viena está lleno de peatonales con muchísima gente, hay callecitas coloniales por doquier donde seguramente vas a encontrar un bar con sus mesas y sillas afuera donde podrás sentarte a tomar una rica checha, nos metimos en todas las que pudimos.
Nos desviamos del recorrido del tour y nos encontramos con “La casa de la música”, nos metimos, en un patio interno con un tremendo piano de cola dos jóvenes músicos ensayaban una partitura, uno de ellos en el piano el otro con un violín, nos quedamos, porque aquello sonaba «de puta madre»; terminaron de tocar y espontáneamente nos arrancaron unos aplausos y un ¡bravo! que devolvieron con sonrisas cómplices y orgullosas, se ve que están acostumbrados a que la gente solo vaya a ver la sinfónica, contentos por haberles abierto la puerta de la esperanza seguimos nuestro camino.
Ese día caminamos unas 8 horas, en algún momento cerré los ojos y soñé con una piscina, playa, arena, sol y pensé: ¿por qué no elegí como destino Cuba en un All inclusive?
Seguimos caminando, pasamos por palacios, jardines, la ópera, teatros y como a las 2 de la tarde después de 4 horas de caminata, con hambre y muchas ganas de ir al baño, buscamos los arcos dorados del imperialismo y allí mismo dimos cuenta, por primera y única vez en este viaje, de un par de BigMacs.
Ya más repuestos, salimos en busca del DUNA, no entiendan mal, no es el fiat de Analía, aunque mal no nos habría venido, es el nombre del Danubio en húngaro. Al rato de caminar nos topamos con el río, muy finito, me llamó la atención, miramos el mapa y solo estábamos sobre un canal, después viendo mapas viejos de la ciudad me doy cuenta que es artificial y el río se encuentra a otras 15 o 20 cuadras más adelante; decidimos tomar el metro y ¡oh! ¡qué genialidad! nos bajamos en una parada en medio del Danubio. En esa parte del río hay una isla en el medio, mirando pal lado de lo del Cocona, a la izquierda, donde el río se hace menos impetuoso, vemos un Danubio con aguas azules y muchos peces nadando muy cerca de la superficie, sobre la derecha igual a lo que ya había visto, un río potente con mucha corriente y de aguas marrones.
Corto el relato un momento, voy en ómnibus hacia Praga, hace tan solo un minuto pasamos por la frontera entre Eslovaquia y República Checa, al igual que ya vimos cuando nos bajamos del avión en Budapest en un vuelo interno o cuando cruzamos la frontera entre Hungría y Austria los puestos aduaneros y de migración están abandonados, no hay nadie, la UE se hace presente con la libre movilidad de personas entre los países integrantes. Si tienes pensado emigrar a trabajar sin papeles y te da miedo que te devuelvan en el aeropuerto, tómate un vuelo hacia Eslovaquia por ejemplo y después buscas tu destino en ómnibus.
Vuelvo al relato en Viena, se me pasó un detalle, cuando he tenido que gastar a Analía (descansar dicen mis hijos ahora), lo he hecho sin pruritos, pero ahora me toca darle la derecha; cuando nos bajamos en el centro de Viena esa mañana, en la plaza Stephansplatz, el primer destino era un centro de información turística, habíamos mirado en el mapa y se encuentra a 2 cuadras de la plaza, por supuesto es muy difícil en un primer momento saber en que dirección, ELLA miró el sol, abrió sus brazos, dijo, este, oeste, norte y sur y exclamó: ¡ven, es por acá!, a las dos cuadras exactas en la esquina y sin mirar el mapa estábamos en el puesto de información turística :) No dijo nada, solo me miró y esbozó una sonrisa socarrona, me reí 10 minutos.
Tamás había quedado de mandarnos un mensaje a las 2 de la tarde, ya eran las cuatro y empezamos a preocuparnos por el pobre chofer, no era necesario que lo torturara tanto tiempo.
Caminamos por el puente, nos sacamos muchas fotos, miramos con envidia a la gente pasar en bici y descubrimos sobre una de las orillas una iglesia o pequeño castillo muy pero muy bonito, le sacamos unas fotos y ya sin fuerzas para dar medio paso más buscamos una parada de metro; el tren no pasaba, por los altoparlantes hablan en alemán y luego en inglés, algún tipo de problemas hace que el tren esté retrasado y piden disculpas, nos miramos, ya somos unos capos moviéndonos en metro, agarramos el mapa y buscamos una ruta alternativa, 3 metros después íbamos en camino al hostel.
En los trenes fuimos mirando las fotos y comentando el día divino que estábamos pasando, llegamos a eso de las 6 de la tarde, nos tiramos en la cama totalmente exhaustos, no tuve fuerzas ni para hacer el baile del tero que consiste en mover la cabeza hacia adelante como principal dificultad.
Le habíamos pedido a la gente del hostel que nos diera alguna idea de donde podríamos comprar una compu, teníamos la dirección de una casa de ventas de productos electrónicos y los precios bajados de internet; la casa cerraba a las 8, contamos la plata, venimos muy bien, al no hacer compras y caminar muchísimo hemos gastado bastante menos de lo pensado. Analía que insiste en que si me duermo no me levanto antes de que la casa cierre, así que salimos de nuevo para la calle, no muy convencido, solo los argumentos de ella, aplicados con una pizca de ternura y razonamientos irrefutables me mueven.
Llegamos a la casa, de los 250 euros que había visto en internet por una netbook Acer con 2 gigas de ram y 320 de disco, me encuentrto con una acer con 1 giga de ram, 250 de disco un hermoso teclado en alemán y 290 euros de costo, no me convence, le digo a Analía que tal vez Tamás deje de jugar con el pobre chofer y nos llame.
Hacemos de vuelta las 7 cuadras hasta el hostel, en un empujón anímico increíble nos damos una ducha y salimos de vuelta para el centro; ya es de noche, la movida es increíble, mucha mucha gente, todos tomando algo, no podíamos ser la excepción, aunque no es barato sentarte en un bar en Viena nos tomamos unas ricas cervezas en jarras de medio litro y nos partimos la boca con un exquisito tiramisú.
La pérdida de la compu del día anterior pasó a ser una anécdota, más cerveza, hablamos de amor, de encuentros, de desencuentros, de caminos.

...

A las 12 y media de la noche nos llega un mensaje de Tamás, “lo siento, no han encontrado la netbook, hice todo lo posible”
¡Pobre chofer!

viernes, 25 de mayo de 2012

Perdí la compu

Miércoles 23 de mayo de 2012

Son las 10 de la mañana, estoy desayunando y Tamás no ha dado señales de vida, supongo que espera que me meta a la ducha, o tal vez solo sea que se ha encariñado con nosotros, hace mucho que tiene huéspedes y ninguno se había dado cuenta de su pasado como agente de la KGB.
Me ducho, hace 2 horas que trato de aprontar las valijas, las jarras de cerveza me pegan fuerte en toda mi cabeza, desnudo hago el baile del gorila de lomo plateado y ni siquiera obtengo un arqueo de cejas de ELLA, por lo menos se que Tamás debe estar destornillándose de risa (tengo que adelgazar, el baile de la panza está bien, pero cuando es acompañado por el baile de las tetas es que tu índice de masa corporal se ha elevado a registros peligrosos).
Son las 11.
- ¿Salimos?
- ¿Ahora? Hace una hora y media que estoy pronta, mejor esperamos acá para entregar las llaves a las 12 e irnos.
- Ok, como quieras (le añado a la danza del gorila sonidos guturales, cero resultados, debo estudiar mis técnicas).
Son las 12, ni un atisbo de un pelo de Tamás, bajamos, esperamos en el hall, nada.
Analía manda un mensaje de texto, a los 3 minutos aparece Tamás, lo abrazamos, le decimos cosas cariñosas, le agradecemos por todo y nos despedimos.
Tamás dice: “I hope you come back”, le doy la mano y le agradezco, le digo que voy a poner en TripAdvisor que su apartamento de Sas Utca 9, Floor 3, es el mejor de toda Hungría, me mira a los ojos, el sabe que yo se que voy a Viena porque él quiso.
Caminamos por Budapest con las valijas, una última mirada, nos rompimos la boca con unos helados y un postre y buscamos el metro rumbo a la estación de ómnibus.
Es evidente que en ómnibus viajan los pobres y los pobres turistas de países en vías de desarrollo, la terminal es pedorra, como si les importara un comino la gente que viaja en ómnibus, tan es así que le pregunté a cada chofer de los andenes 1 al 23 a ver si iban a Viena, al fin lo encontré, cargó nuestro equipaje en la bodega y como si fuera el Conejo manejando el Rutas del Sol dijo: “up”. No nos dieron asiento, claro que no fue un problema, 40 asientos para 20 pasajeros son suficientes.
El chofer arrancó puntual a las 15:30, tomó el micrófono y dijo cosas... en húngaro.
Me estaba por dormir y veo un cartel que dice WiFi, se que COT da el servicio pero como estamos tal lejos.
Prendo la netbook, mi xubuntu levanta en un santiamén y voilá, tengo acceso a la red de redes. Decido terminar de escribir lo del día anterior y publicarlo, escribo, publico y mis ojos se me cierran; Analía me pide la compu, se la doy, me acomodo para dormir (los ómnibus son muchísimo más cómodos que los aviones, estoy pensando en volver a Uruguay en ómnibus).
Al instante me da la compu porque dice que no hay conexión, la mochila está en el piso y el bolsillo de red que está en la parte de atrás del respaldo de cada asiento es muy tentador, la pongo ahí, pienso: ¡qué peligro! ¡me la voy a olvidar! y caigo en un sueño profundo.
¡Despierta! ¡despierta! llegamos a Viena (ni un solo cartel en inglés).
A la pucha, despelote, de un vistazo te das cuenta que es una ciudad muy grande y con mucho movimiento, se ven los Skooda que se veían en Hungría, además de los Mercedes, los BMW, los Audi, los Wolkswagen y los Porsche, aquí hay plata.
El ómnibus entra a la terminal, también es pedorra y Analía saca la carpeta con las hojas A4 impresas con el metro que nos tenemos que tomar y la dirección y el mapa para llegar al hostel.
Agarro mi mochila, ella la suya y bajamos, esperamos que el chofer abra la bodega y sacamos nuestras valijas.
Salimos a la calle, dentro de la Bus Station no vimos un cartel que indicara donde está la estación de metro, además del pequeño detalle de que todo está en alemán.
Cruzamos la calle, vimos un ascensor y nos metimos, más por novelería que por otra cosa, como en Rocha no tenemos.
¡Despelote! La estación del metro que está debajo es gigante, lo primero que nos llama la atención es que no hay molinetes, cada tanto una maquinita en los accesos hacia las plataformas de los metros pero nada más, y como en todos los metros las máquinas expendedoras de tickets.
Estamos en eso de comprar los boletos y se nos acerca un hombre y nos dice que ya se va, que tiene un boleto y nos lo puede dar, lo aceptamos y compramos otro, 2 euros sale el boleto, miramos a la gente a ver que hacía con los boletos y cada uno pasa por una de esas máquinas que les nombre y valida el boleto. ¿qué es validar el boleto? La máquina no es otra cosa que una impresora, que le imprime al boleto la fecha y la hora.
Caminamos un rato por ahí abajo buscando la línea U3 con destino a (innombrable) y nos dispusimos a esperar, las pantallas indicadoras decían que el próximo U3 pasaba en 2 minutos, y así fue.
Unos 15 o 20 minutos más tarde nos bajamos en la parada (también innombrable) que Analía tenía anotada, el plano muy fácil de leer, a 2 cuadras está el hostel, el detalle que no te das cuenta en el plano es que cuando sales del metro lo haces en el cruce de 2 avenidas pelotudas con un movimiento impresionante, muchos autos, mucha gente, además como es una estación muy grande hay salidas a la calle por las 4 esquinas, ¿me explico? ¿cómo sabes en que dirección tienes que arrancar?
Lo usual, haces una cuadra en cualquier dirección y miras el nombre de la calle, luego cotejas con el mapa (procedimiento lento) y te ubicas.
Eso hicimos y en 2 minutos, asombrados por el movimiento de la ciudad, estábamos en la puerta del Happy Hostel de Viena.
La recepcionista un amor, le pedimos que hablara en inglés despacio y así lo hizo, una genia, toda la disposición, nos explicó el funcionamiento del lugar, donde hay un super cercano, donde se puede tomar algo y nos dio un montón de folletos y un mapa del centro muy prolijo y fácil de entender. Nos dijo que las 2 computadoras de la recepción son para uso de los huéspedes y yo le pregunté por el WiFi, me dijo que si había y me dio en un papelito la clave: “bolangala”.
Nos acompañó hasta la puerta de la habitación 14, después de caminar por 2 corredores y subir una escalera y ¡oh! ¡sorpresa! ¡qué lindo!, esperaba una habitación y en realidad es como un apartamento, tiene 3 habitaciones numeradas como 14a, 14b y 14c, una cocina, un baño y un duchero, todo muy prolijo y limpio, nuestra habitación es amplia y está muy linda, tiene un sofá, mesa, ropero, mesita con tele y la cama de 2 plazas, quedamos muy contentos con nuestra primera impresión del lugar.
La chica se fue, aprovechamos para ir al baño y fuimos hasta el super a comprar agua, leche, pan, fiambre, manteca y yogur.
Al volver al hostel agarré la mochila para sacar la netbook para probar la conexión, ¡no está!, Analía piensa que bromeo y yo en el acto supe donde la había dejado, corro hacia la recepción y le explico a la muchacha lo que me pasó y que necesito que ella llame porque no me manejo bien con el inglés.
Un huésped rumano que escuchaba lo que estaba pasando me sugirió que me apresurara y fuera hasta la terminal de ómnibus a ver si el ómnibus no se había ido de vuelta para Budapest.
La chica llama, el tiempo pasa, tararea la música que le pasan por el teléfono hasta que al fin la atienden, explica la situación y le contestan que el ómnibus ya partió hacia Budapest y que ahí no hay nada, además que la empresa es húngara y en la terminal no tiene agencia, que llame a Hungría. Son las 8 y cuarto de la noche.
La chica llama pero ni en alemán ni en inglés le entienden y le cortan, el rumano dice que habla húngaro y se ofrece a hacer la llamada, llama y nunca lo atienden, dice que es la hora en que el personal se va de la agencia y que hasta mañana no nos van a atender.
Voy hacia el metro para volver a la estación de autobuses, llego y están cerrando la puerta, me meto igual y le explico a la mujer lo que me pasa, con muy pocas ganas me dice lo mismo que le dijeron a la chica por teléfono. Vuelvo al hostel puteando en todos los idiomas que he escuchado incluso en latín, una bronca, amargura, frustración que no me dejaban pensar.
Analía me dejó que puteara tranquilo pero cuando empecé a buscar un culpable que no fuera yo, y la única que estaba era ella, y le eché en cara que para que había pagado los boletos del metro si nadie controla nada y podemos viajar gratis, me paró en seco.
Después de hacerme razonar que antes de salir de viaje yo había respaldado toda la información y que la única pérdida era la compu en si y que hay cosas realmente graves, o no tanto, que no se pueden solucionar con dinero como esto, me tranquilizó y me dijo, le voy a mandar un mensaje a Tamás para que nos ayude.
Llegamos al hostel, le escribimos un mail a Tamás explicándole todo, le pasamos los números de ticket de viaje, a que hora salimos, a que hora llegamos, todo y además un sms para que leyera el mail inmediatamente.
Tamás hizo un montón de llamadas, nos envió por lo menos 6 mensajes y nos dijo que lo volvería a intentar al día siguiente, que esperáramos su llamada, nosotros además mandamos un mail a la empresa.
Nos duchamos y salimos a caminar un rato para despejarnos, que vida que tiene esta ciudad, mucha gente por todos lados, muchos boliches con gente tomando, muchos comercios, muchas tiendas, el lugar donde estamos es precioso, decidimos volver a dormir para comenzar temprano al otro día.

miércoles, 23 de mayo de 2012

Bicis - Quietud – Silencio – Resaca


Martes 22 de mayo de 2012

Son las dos menos veinte de la tarde del miércoles, estoy en la terminal de ómnibus de Budapest, encima de una parada de metro por supuesto, y me dispongo a contarles las actividades del día de ayer martes, mientras espero que llegue la hora de partir hacia Viena, el ómnibus sale a las tres y media, llegamos con bastante antelación, no queremos correr riesgos.
A las 10 de la mañana desayunábamos muy contentos contándonos las impresiones de la noche anterior, seguimos asombrados del silencio de esta ciudad y lo ordenada que es, también me fijé que no solo los autos respetan todas las señales a rajatabla, los peatones ni siquiera ponen un pie en la calle si la luz está en rojo aunque no se vea un automóvil en kilómetros a la redonda, me pregunto que hace que un pueblo entero se comporte de tal o cual manera, que tendríamos que hacer nosotros para tener una sociedad más justa, para no mirar con miedo a un compatriota a las 11 de la noche en una calle oscura de cualquier ciudad de nuestro país; pero me estoy desviando de los acontecimientos de la mañana, vuelvo a ellos.
Analía se puso a aprontar el mate y yo aproveché para meterme a la ducha, intuí que algo iba a pasar, Tamás siempre espera que yo me meta a la ducha para dar señales inequívocas de su presencia, de pronto los gritos: ¡cuidado! ¡cuidado! ¡se cae la tele!, estaba seguro que no pasaría de eso así que no me apuré.
Salí tranquilo de la ducha y pregunté ¿qué pasó?, donde antiguamente había una puerta que comunicaba con otra habitación ahora solo hay un cortina doble de juncos y alguna especie de mueble del otro lado que obstruye la pasada, “ alguien” comenzó a mover la cortina al punto de casi hacer caer la tele; a los 5 minutos ese “alguien” tocaba la puerta, Tamás pidiendo disculpas porque al arreglar unos muebles en su estudio sin querer había golpeado la cortina, nosotros sabemos que no es así je je je, este ex-agente de la KGB sigue siendo letal.
A las 11 salimos a la calle y alquilamos un par de bicis en un puesto frente a la puerta del edificio en que nos estábamos quedando, dejamos un depósito de 40 euros, mi cédula y comenzamos a pedalear por Budapest con destino a la plaza de los héroes. La ciudad tiene un sistema de ciclovías muy bueno y en aquellos lugares donde no hay ciclovía puedes ir por la vereda muy tranquilo, son muy anchas y generalmente hay poca gente en ellas. Me felicito de haber elegido este medio de transporte, es cómodo, ágil, barato y divertido, ¡andé un montón! Es genial andar en bici por esta ciudad, lo voy a intentar en Viena también, recorres un montón y casi no te cansas, anduvimos mucho por Pest y también por la orilla del Danubio, luego cruzamos uno de los puentes hacia la falda del Monte Gerardo, ¡terrible cerro!, la pared que da hacia el río es bastante recta por lo que asumí que por ese lugar no se podía subir, pero como habían unas escaleras convencí a Analía de dejar las bicis atadas y subir a ver que se veía; esta fue otra genial idea, una serie de caminos paralelos al suelo y entre si, unidos por escaleras, nos permitieron llegar hasta la cima.
La vista desde arriba es increíble, por supuesto que para subir está la manera “easy way” y la “hard way”, la esplanada en la cima del cerro estaba llena de turistas que llegaban en ómnibus o en auto, solo unos pocos valientes vimos en el camino por las escaleras. Después de bajar comenzó a llover, y al mojarnos nos dio un poco de frío, así que aunque hice que Analía me siguiera hasta un puente alejado para cruzar, al estar en Pest nuevamente me pidió que regresáramos al apartamento a ducharnos con agua calentita, la propuesta prosperó.
Entregamos las bicis, nos duchamos y salimos urgente a buscar algo para comer, estábamos famélicos, compramos en el super un par de sopas, una comida enlatada que estoy seguro que era comida de gato y fruta, no disfrutamos de nuestro almuerzo, en el apartamento, pero nos llenamos.
El ejercicio me cansó y me pegué una siesta hasta las 8 de la tarde, hicimos un par de horas de skype con nuestras familias y a las 10 nos fuimos para la calle.
Queríamos ver los edificios sobre el Danubio y los puentes de noche, nos habían dicho que es muy hermoso y es cierto, muy bonito, luego caminamos hacia Buda; a mi se me había ido el miedo porque el guía nos dijo que era absolutamente seguro caminar por la ciudad a cualquier hora, Analía al ver las calles vacías se empezó a preocupar, nos alejamos unas 30 cuadras y encontramos un pub, como ya teníamos hambre y ganas de tomar algo entramos, no tenían nada para comer pero si el chopp directo en jarra de medio litro a 30 pesos uruguayos, exquisito, me tomé una jarra casi de bebido. Las tripas nos sonaban así que caminamos una cuadra hasta un lugar de comidas al paso que se veía alli, por 180 pesos uruguayos cenamos de maravilla, arroz, ensalada, bolitas de carne, repollo, cebolla y alguna que otra cosa, todo con una salsa en base a yogur que estaba de chuparse los dedos.
Con la panza como tambor, me dirigí inmediatamente al pub a dar cuenta de toda la cerveza que pudiera llevar mi cuerpo, pero el cagaso que tenía Analía a esta hora hizo que mis planes se frustraran; me tomé otra jarra y ya empezaba a entender el húngaro a la perfección, fui al baño y cuando volví una chica tenía apretada a Analía contra una pared y me dijo: “a ver que quiere esta pesada que no le entiendo nada”, era simple, quería que le compráramos cerveza y a cambio (aquí mi húngaro se perfeccionó) nos daría... las gracias. En fin, cuando realmente se ponía buena la noche, yo hacía amigos para toda la vida, Analía me sacó de allí y a un ritmo salvaje y feroz me hizo recorrer las 30 cuadras que nos separaban del apartamento, todavía no entiendo como no vomité.
Fue un día intenso y largo, nos reímos muchísimo, en el trayecto de vuelta vimos muy poca gente, eso nos resulta extraño, tampoco vimos ni por asomo policías por ningún lado, eso si, vimos muchos indigentes durmiendo en las puertas de los edificios, con un par de diferencias muy importantes con respecto a los que se ven en Montevideo, duermen con sacos de dormir e incluso algunos con sábanas y acolchado y lo otro es que evidentemente no hacen sus necesidades en la calle, no hay mal olor donde ellos se encuentran ni en ningún otro lado.
La impresión de la ciudad es esa, calmada, ordenada, callada, muy limpia, aunque los buzos de recuerdos digan: las chicas buenas van al cielo, las chicas malas van a Budapest.

lunes, 21 de mayo de 2012

La KGB y la identidad de grupo


Lunes 21 de mayo de 2012

Intentaré volver a escribir sin faltas y con claridad, se que no es excusa pero los dos últimos días he escrito absolutamente cansando, al borde de mis fuerzas y sin acceso a internet para corregir las dudas.
Anoche descansamos, el vuelo de ayer nos mató y hoy puedo decir que a no ser por el par de litros de cerveza que tengo en las venas, estoy totalmente recuperado.
A las 10 de la mañana Analía se dispuso a hacer unas tostadas y calentar la leche, yo aproveché para darme una ducha, me estaba secando cuando oigo:
  • ¡Christian! ¡Christian! ¡Están intentando abrir la puerta!
  • ¿Cómo?
  • Es Tamás Kis, ¿qué hago?
  • Ábrele
  • ¡Ni loca!
  • Dale, tírame la bermuda y un buzo que ya salgo
  • ¿Le abro entonces?
  • Si, claro, no te preocupes
Salí a los 10 segundos y allí estaba Tamás, impertérrito, paradito dentro del apartamento con cara de “lo se todo, veo lo que hacen”, me costó unos instantes darme cuenta que no lo veía bien, una cortina de humo blanco había invadido el monoambiente.
¿Qué pasaba? Analía había olvidado una feta de pan en la tostadora y ésta se carbonizó por completo, me reí, la puse en un plato y se la mostré a Tamás, ni la miró. (estamos seguros que él ya sabía lo que pasaba, tiene cámaras ocultas por todo el apartamento)
Sacó un papel escrito en un perfecto húngaro y nos pidió que lo llenáramos, era el contrato de alquiler, donde entre otras cosas decía que estaba prohibido incendiar el apartamento :)
Llené el papel con su ayuda y le pregunté si tenía el código de acceso de alguna de las redes que veía mi máquina, yes, fue todo lo que obtuve por respuesta, caminó 2 pasos hasta un mueble, sacó una lapicera y en uno de los 100 folletos que yo tenía arriba de la mesa me escribió el código, fácil como todo lo húngaro: Sm6741jX
Tamás Kis vive en el mismo edificio donde nos alquila el apartamento, dijo que en el número 5, obvio que es imposible saber cual es porque ninguno tiene número, vive con su esposa, tampoco hemos visto ni oído voz de mujer alguna y la verdad es que es igualito y se mueve igual al protagonista de la sensacional película: “La vida de los otros”. (Véanla si no lo han hecho).
El apartamento tiene entre otras cosas un equipo de aire acondicionado, no hemos encontrado el control, este equipo está altísimo, a más de tres metros y está frente al sillón que se convierte en cama y en el cual dormimos; tiene una luz roja y otra amarilla prendidas (a ver Rapha, ¿qué serán las lucecitas?) y cuando apagamos la luz estos ojitos endemoniados nos miran. Estoy seguro que Tamás (¿será este su nombre?) nos mira en su habitación llena de monitores.
Prendí la compu para ver si me podía conectar y Tamás no se movía un ápice de donde estaba, tanto es así que Analía exasperada le preguntó, con un inglés excelente (esta chica está llena de sorpresas): “Do you need something else?”
Tamás dijo que esperaba a ver si yo me conectaba, Analía lo arrió hasta la puerta diciéndole que si, que todo estaba perfecto (mi máquina aún no había levantado).
Aprovechamos para buscar un free tour en español y solo encontramos en inglés, a las 10 y media y a las 2 y media para los trasnochados, el reloj indicaba las 11 así que solo nos quedaba el de las 2 y media.
Decidimos ir al mercado de comidas y luego volver para el punto de encuentro, a media cuadra del apartamento, estamos en pleno centro de Pest a 2 cuadras del Danubio y a 4 de la zona de pubs.
En el mercado decidimos probar comida típica, el goulash (ni idea como se escribe), es como nuestros bifes con papa pero con chorizo picante, muy rico pero una bomba, lo bajamos con bastante cerveza.
En el camino me encontré con una ciudad muy pero muy limpia, muy ordenada y muy silenciosa; los autos respetan al peatón al punto de la exasperación, si pones un pie en una cebra TODOS pero TODOS paran, en las esquinas que no hay semáforos te ceden el paso y si te tiras mal en medio de la calle igual paran y ni siquiera ponen cara de molestos.
Volvimos por la orilla del Danubio, tremendísimo río, ancho y caudaloso, majestuoso.
A las 2 y media estábamos en el punto de encuentro, tres guías, hablamos con uno de ellos y le preguntamos a ver si tenían algún tour en español, que no, pero que no nos preocupáramos que era una buena oportunidad para practicar nuestro inglés y que como ellos no son hablantes nativos de inglés iba a ser fácil entendernos.
Nos quedamos con ellos.
Dividieron el grupo y nos fuimos con el que hablaba más despacio, bromeó que entre el spanglish y el hunglish nos íbamos a entender todos.
Después de media hora me dolía la cabeza, el esfuerzo constante por tratar de entender me tenía loco, empecé a entender menos y Analía hacía rato que había decidido mirar, caminar, sacar fotos y no escuchar.
Cruzamos el Danubio, mucho viento arriba del puente, pero la temperatura espectacular, subimos una colina y seguimos escuchando o entendiendo parte de las historias.
La barrera del idioma es una traba, tengo ganas de volver a clases de inglés, disfrutamos el tour pero no todo lo que podríamos haberlo hecho.
Al terminar me acerqué al guía y le dije que de noche quería salir pero estaba preocupado porque no sabía si era peligroso o no, me tranquilizó y me dijo que no hay crimen en Hungría.
Llegamos al apartamento como a las 7, con ganas de ir a alguno de los spa termales que nos propuso el guía, pero desistimos de la idea, otra vez sentí esa sensación de inseguridad, fragilidad, vulnerabilidad cuando caminábamos solos por las calles de la ciudad.
Me puse a conversar con mi familia por skype y luego me tiré un rato a descansar, Analía se puso a colgar algunas fotos en el face y yo me dormí escuchándola decir que lástima que la portatil no tenga lamparilla.
Pasaron 20 minutos y Analía sorprendida y con cara de asustada me dijo de nuevo:
  • Están tanteando el pestillo
  • ¿ehhhmmmm?
  • ¿who is?
    Silencio...
  • ¿who is?
  • Tamás
Despiértate Christian es Tamás, hazlo pasar y listo, lo sentí parado al lado de mi cabecera y traté de incorporarme, ya no estaba.
  • ¿Qué quería?
  • Nada, me trajo una lamparilla.
¡Chan!

Nos duchamos y salimos hacia la zona de los boliches y pubs, esperaba encontrar el bullicio de París, pero obvio que no, la noche invitaba a salir, muchos boliches, poca gente y silencio, mucho silencio, no había música, o si había bien bajita, ta, es lunes ¿no?
Analía eligió la cerveza y yo la piza, elegí una con picante, todavía tengo la boca dormida, eso que nos tomamos un par de litros.
Charlamos, charlamos, me contó que en el viaje de ciencias económicas cuando andaban de 6 o 7, o 15 o 20 nunca sintieron miedo y nosotros solitos sentimos escalofríos en cada esquina oscura.
Es la identidad de grupo, me dijo.

Bienvenidos a Budapest


Domingo 20 de mayo de 2012

Ayer fue un día larguísimo y cuando en la madrugada llegamos al apartamento me puse a ver como haríamos para llegar al aeropuerto de Beauvais, me acosté tardísimo y esta mañana al despertarme Analía a las 7 para aprontarnos con tiempo para volar a Hungría no podía con mi vida, ni la ducha ni el café bien caliente lograron despabilarme mucho, recién el aire frío de la mañana vacía y silenciosa de domingo en París logró despertarme. (no se si todas las mañanas de domingo en París son silenciosas, ésta lo fue, además está el detalle que es la única mañana de domingo que he visto en mi vida en Paris je je).
El plan para llegar a la empresa de ómnibus que nos llevaría a Beauvais consistía en tomar tres metros, ya les dije que con el mapa de metro en la mano es muy fácil ir de un lugar a otro, así que salimos muy distendidos porque nos sobraba mucho tiempo.
En la parada Charles Michels a una cuadra del apartamento tomamos la línea 10 con destino a Gare d'Austerlitz, 2 paradas más allá en La Motte Picquet Grenelle nos bajamos para tomar la línea 8 hasta Concorde, perfecto, apenas bajamos vino el 8 y felices hasta Concorde, cuando nos bajamos en esa parada para esperar la línea 1 que nos llevaría hasta el ómnibus empezamos a caminar para encontrar el lugar dentro de esa parada donde se subía a la línea 1, hay terminales donde paran muchos trenes y son muy grandes, puedes caminar fácil un par de cuadras por debajo de la tierra y ésta es justamente una de esas; cuando íbamos por el corredor correcto hacia la plataforma del tren 1 una valla de seguridad nos detuvo y decía: prohibido el paso, disculpe los inconvenientes, la línea 1 estará fuera de servicio hasta las 10 y el ómnibus se iba a las 9 y 45 ¡HORROR! Plan B, ¡ups! No teníamos previsto este inconveniente, no había plan B, pero ta, moverse en París es muy simple, era mirar el mapa, moverse un poco por los trenes y listo, pero ¡NO! Al mirar el mapa vemos que por la parada Porte Maillot que es a donde queremos ir solo pasa la línea 1 y la línea de trenes C que hacen recorridos más largos, Ahí si comenzó el cagaso, ¿y ahora? Buscamos por donde pasa la línea C y vimos que tomando el metro 8, a tan solo una parada, en Les Invalides pasaba.
Llegamos allí y leímos en los monitores que el próximo pasaba a las 9 y 32, no llegábamos a nuestro destino a las 9 y 45, ¡mierda!
Nos sentamos a esperar, eran las 9, con tiempo ocioso nos pusimos a ver nuestras alternativas y recordamos que en la página de la empresa de ómnibus decía que salía bastante seguido, siempre están saliendo ómnibus llevando gente al aeropuerto, esto nos tranquilizó un poco además del hecho de que el vuelo salía recién 12 y 45.
Pasó el tren a las 9 y media y en 15 minutos nos dejó en Porte Maillot, como el recorrido era corto podíamos usar los tiquets de metro pero lo íncreíble es que no podía salir de la estación si en la puerta de salida no pasaba el tiquet por el sensor, yo había arrollado mi tiquet y no lo encontraba, no tenía por donde saltar o por donde agacharme, probé con el de Analía y quedé encerrado entre dos puertas, ¡uy! Revolví los bolsillos, apareció la pelotita de cartón, la estiré, la máquina valido mi salida y después de 5 segundos eternos me abrió la puerta. Caminamos hasta encontrar la pequeña terminal de ómnibus, sacamos los boletos y vimos que había un ómnibus proo para salir, nos subimos y empezamos a tranquilizarnos.
Ya en el aeropuerto con el tiempo justo, nos zampamos la última baguette y un par de café con leche, hicimos el embarque, caminamos por el estacionamiento de los aviones y a través de un camión escalera subimos al avión; para ser un vuelo de 9,99 euros no podíamos pedir mucho más; Analía pudo dormir un poco y yo me dediqué a escribir (vengo muerto, porque le saco horas al sueño para escribir), faltando media hora el avión empezó a sacudirse tanto que pensé que era obvio, por ese precio no te pueden llevar vivo de un lugar a otro en avión, pero no, el bicho aterrizó sin problemas.
Primer sorpresa agradable del día domingo, al bajarnos sentimos el sol en nuestra cara y una temperatura absolutamente agradable, tuvimos que quedarnos en manga corta porque hacía bastante calor, Hungría nos recibió muy bien.
Por 30 euros nos ofrecían llevarnos al centro pero ya teníamos todo estudiado y decidido, usaríamos el transporte público, primero un ómnibus desde el aeropuerto hasta la estación de metro y luego el metro hasta el centro, en Pest, donde alquilamos el apartamento. Una hora más tarde y 70 pesos uruguayos más pobres (10 HUF = 1 peso) estábamos saliendo de la estación del metro con un mapa en la mano para llegar al apartamento, a 3 cuadras lo encontramos; Tamás Kis, nuestro contacto, nos esperaba en la puerta del edificio, un hombre flaco, de unos 55 años y absolutamente inexpresivo, su inglés es como el de Analía, con la diferencia que es entreverado con húngaro y no tiene toda la pomposidad y gestualidad de ella, por lo tanto no pudimos sacarle mucha información.
El edificio está en pleno centro, es viejo, no me gustó casi nada la entrada y mientras subía las escaleras (¡3 pisos de 29 escalones cada uno!) la sensación de inseguridad se me metió por todos los poros, cuando abrió la puerta del apartamento y vi que el monoambiente estaba muy prolijo, limpio y moderno me tranquilicé bastante, no tengo acceso a internet, mi xubuntu detecta 16 redes pero todas están con clave, así que mañana veré como me comunico.
Fuimos al baño, nos pusimos ropa cómoda, primer día que uso las chancletas, y salimos como locos a la calle a buscar una Coca helada, el viaje nos mató; a la vuelta de la esquina un almacén, coca de 1 litro, unos pancitos de ajo y queso y a la calle; al frente del almacén una plaza, temperatura ideal, nos tiramos en el pasto a mirar bailar salsa a un montón de gente super divertida (es domingo), la gente se ve que es de una academia porque la gastaban, por supuesto los únicos que entendíamos las letras de las canciones estoy seguro que éramos nosotros dos; la coca nos recuperó un poco y nos pusimos en pie para recorrer, todo muy limpio, prolijo, pero es como andar por Montevideo un domingo, todo muy pero muy tranqui; a las 5 cuadras, después de un par de fotos al Danubio (asociación de ideas: ¿cómo habrá salido el clásico?) nos miramos y nos dimos cuenta que no nos podíamos mover, cero energía, volvimos por una de las lindas peatonales, nos sentamos en una especie de pasiva en medio de una plaza, pedimos una piza y una jarra de medio litro de cerveza cada uno (sensación térmica: espectacular ).
Un tipo empezó a tocar el saxo en la plaza, paradito a unos 15 metros de nuestra mesa, la jarra de la cerveza por la mitad y aquellas notas que se me empezaron a meter por todos los costaditos del alma, casi me pongo a llorar, así que apuré la cerveza, le pregunté a Analía que quería hacer y me dijo que no podía más, que tenía que ir a dormir (¡menos mal!), si es lo que quieres entonces allá vamos.
Me acosté más o menos a las 8 y a las 12 de la noche me desperté, me levanté para ver si enganchaba alguna red wifi abierta pero no, así que estoy terminando de escribir esto y mirando una guía para ver que hacemos mañana, los tours son todos en inglés, no hay nada en español, leo de un mercado de comidas de varios pisos, la última oración dice: “ It is not an easy ride, but an experience hard to forget” después de todo el queso que he comido, con las consecuencias esperadas, (dijo Joquín en la oficina: 4 dedos... pero de ancho) no siento que un mercadito me asuste.

The Doors


Sábado 19 de mayo de 2012

Con la adrenalina al mango en el ómnibus que me lleva al aeropuerto de Beauvais, (después les cuento por qué) les hago la historia del día de ayer, hoy ya es domingo y estoy dejando París.
Mi mañana comenzó muy dulce y tranquila, Analía me despertó a eso de las 10 (if you know what I mean), la ducha obligada para comenzar el día después de desayunar y a la calle.
Los planes que hicimos el viernes de noche fueron: ir a las catacumbas y después de ahí tomar el metro hasta el cementerio de le peré, sugerencia de Fernando Wilkins en el face para visitar la tumba de Jim Morrinson.
A eso de las 11 y media llegamos a las catacumbas, la cola parecía larga, así que comenzamos a caminar en sentido contrario para llegar al final, pues bien, dimos vuelta la manzana y el final estaba muy pero muy cerca del principio, un cálculo rápido de los pies que había por metro lineal, la distancia ocupada por la cola, los carteles que explicaban que cada visita dura 45 minutos y no pueden entran más de 200 personas por visita y que la última entrada es a las 4 porque a las 5 cierran las puertas, nos dio rápidamente la idea de que aunque tuviéramos paciencia era muy probable que perdiéramos toda la tarde parados haciendo nada para no poder entrar.
Con este panorama pasamos al plan B, ir hasta el cementerio de le peré, pero con una pequeña variante: agarrar el mapa e ir a pie (nota: si se me ocurre otra vez algo así martillarme los huevos antes de hacerlo), caminamos unas tres horas por París, fuera del circuito turístico y pudimos apreciar un París tranquilo, arreglado, de veredas muy anchas, muchos árboles, mamás con sus niños, algunos (muy pocos) bichicomes sin sus perros (a ver si se entiende, muy pocos bichicomes, todos ellos sin perros), muchas motos grandes pasando rápido por las calles y muchas bicicletas. Intentamos alquilar unas bicis, están estacionadas por todo París trancadas a un poste, las puedes sacar con una tarjeta que te emite la máquina que está al lado de cada estacionamiento de bicicletas, pero la transacción se lleva a cabo si pones tu tarjeta de crédito para que en caso de no devolver la bici te descuenten 150 euros, así que como no estamos acostumbrados a dejar depósitos y menos a una máquina francesa no lo hicimos y seguimos caminando. (nota 2: no importa el depósito, ¡la próxima alquila la puta bici!).
Por el camino pasamos por el monumento a la toma de la bastilla que está frente a la opera de París, o viceversa, justo coicidimos con un desfile callejero bien organizado al estilo de un carnaval nuestro, pero cada agrupación tenía un estilo musical diferente, estuvimos un rato mirando, aprovechando para descansar. A poco de seguir nos topamos con una feria no muy grande, de artistas, pero los cuadros aunque muy bonitos algunos de ellos eran caros para nosotros, nada bajaba de 50 o 60 euros, así que seguimos tranquilos caminando.
Encontramos un supermercado bastante grande que más que supermercado parecía una gran heladera gigante, ahí compramos vino, más queso, agua, saca corcho, postres, una gran tableta de chocolate y un par de ensaladas envasadas, una de tomate, queso y albaca y otra de trigo bourñol, con el almuerzo listo (porque ya teníamos un hambre bárbaro) seguimos hacia el cementerio.
No es nuevo lo que voy a escribir pero la verdad es que París es divino, vimos también en la calle estacionamientos sobre el cordón para autos eléctricos, hay un poste de metal donde sacas un cable y enchufas tu auto, los autos dicen algo así como auto azul, cero polución, le saqué varias fotos a uno de ellos que estaba enchufado.
Con las piernas y los pies derruidos llegamos al cementerio, no he estado en muchos de ellos, así que me sorprendió su tamaño y me pareció, si es que el adjetivo le cabe a un cementerio, hermoso.
No compramos el mapa del cementerio que una muchacha ofrecía a la entrada del mismo por 2,50 euros, entonces le sacamos una foto al mapa dentro del cementerio, ese que dice: Ud. está aquí y nos guiamos mirando la foto. Mientras buscábamos la tumba de Jim Morrinson nos sacamos varias fotos, cuando la encontramos me saqué una foto para Fernando y emprendimos el regreso porque teníamos muchas ganas de sentarnos a comer, antes grabamos un pequeño video también para Fernando pero me quedó de 128 Megas, así que no se lo voy a poder enviar por e-mail como pensaba.
De más está decir que el regreso lo hicimos en metro, (mierda, no veo nada, ya voy en el avión hacia Budapest y el sol refleja muchísimo sobre la capa de nubes que tenemos debajo y el que va en la ventanilla no baja la persianita) el destino: pont d'art, el puente donde los artistas iban a pintar, está frente al Louvre, es de madera y es peatonal, como anécdota sus barandas que son de una malla de alambre muy grueso están abarrotadas de candados, cada pareja que se jura amor eterno y tiene ganas pone un candado allí y tira las llaves al Sena, nosotros decidimos que un candado de 5 euros excedía nuestro presupuesto así que ante la asombrada mirada de todos los turistas y parisinos nos sentamos contra la baranda en medio del punte, mirando el sena y armamos nuestro picnic; descorché la botella de vino, sacamos el queso y las ensaladas, brindamos y comimos locos de felices bajo una garúa constante que ni mella nos hizo, el poder del amor y el vino es más poderoso que el de la lluvia; terminamos de comer y seguimos con el vino, pero se nos acercó una pareja de policías y nos dijo que estaba prohibido tomar en la vía pública, así que llené las tacitas de plástico y guardé lo que quedaba en la mochila. Regresamos al apartamento riéndonos a carcajadas y bastante entonados, eran cerca de las nueve.
Nos duchamos, descansamos un rato, Analía habló por skype con su familia como una hora y a las 10 y media de la noche fuimos a caminar por la avenida champs elise para despedir a París, Cenamos en el barrio latino, ¿les dije que la movida de este lugar es increíble? y nos despedimos de París.

sábado, 19 de mayo de 2012

Luis XIV


Viernes 18 de mayo de 2012

Si si, ya lo se, tengo que subir alguna foto, es que o escribo o subo fotos, así que me voy a saltear algún día de relato y me voy a poner con las fotos, es que cuando vuelva a casa y vaya a comer un asado a lo del Rapha o a lo de Josega no quiero atosigarlos con historias, así que se las dejo para que la lean y nos dedicamos al vino que es más lindo.
Hoy bajamos al super, buscamos un quesito de cabra que nos recomendaron unas chilenas, compramos un par de flautas, fiambre, yogurt, agua y una buena ensalada; nos armamos un desayuno y una vianda espectacular; a las 11 arrancamos para la parada del tren con destino a Versalles, en el desayuno hicimos un despliegue de mapas y prendimos la compu ya que Versalles está a unos 40 kilómetros de París y teníamos que ver cual era la forma de llegar en el transporte público.
Google es tu amigo y los mapas que te dan en las entradas de los metros donde venden los tickets son muy claros, así que caminamos 3 cuadras hasta la parada Javel y nos tomamos un tren de la línea C con destino a Versalles-Rive Gauche, el tren es cómodo y va bastante rápido, supongo que muy cerca de los 100 kms por hora, así que no demoramos más de 45 minutos, en algunas paradas se detiene y está un rato largo quieto, supongo que será porque tiene hora de salida y no se puede adelantar.
Llegamos a la estación final y había un sinfín de empresas ofreciendo tours, nosotros habíamos decidido hacerlo por nuestra cuenta así que salimos a la calle a ver para donde había que caminar; el primer comentario que le hice a Analía es que tonto y rural como siempre pensé que me iba a encontrar con campo, porque la guía del paseo del día anterior había comentado que Luis XIV se había mudado a la campiña en Versalles, obvio que así era en 1700 pero hoy es todo ciudad, entonces sin poder ver un puto árbol donde poder hacer pichí (parece una boludés pero el baño cuando estás viajando se convierte muchas veces en una prioridad) intentamos localizar el símbolo internacional del baño y por suerte frente a la estación del tren había terrible M amarilla, en McDonald's se come chatarra pero se mea de maravilla.
Seguimos a la gente y al dar vuelta una esquina a las 2 cuadras de la estación nos encontramos con la casita de Luis XIV en lo alto como a 500 metros, como tengo una vista muy aguda pude verla, el Palacio del Louvre mide 700 metros de largo y este pibe dijo: “ En esta pocilga no quiero vivir, no hay espacio para mis caballos, me voy para Versalles”, así que mandó agrandar el palacio de veraneo y arreglar los jardines para albergar su corte y sus más de 1000 caballos, ¡imagínense el despelote que es Versalles!
Para entrar al Palacio (además de cobrarte) había una cola de unas 1000 personas, traducido en tiempo supongo que unas 3 horas para llegar a la puerta, nosotros caminamos por afuera, vichamos por las ventanas y entramos directamente a los jardines del palacio con el mapita que sacamos (estaban para sacar che) del centro de información turística, son apenas 800 hectáreas los jardínes de Versalles de las cuales no tengo idea cuantas están parquizadas ahora, pero son muchas, muchas, muchísimas. Nos metimos por los jardines, absolutamente simétricos y entendimos un poquito por qué el pueblo francés se reveló contra el poder feudal, la verdad, asombroso, un despelote, increíble lo que son los jardines y eso que hoy los podan con máquinas eléctricas.
Caminamos como pigmeos en el Kalahari, obvio que la mochila con la botella de agua, la cámara de fotos, el abrigo de ella y algunos que otros enseres la llevaba yo, pero eso no es más que otro detallecito de los miles que tengo para contar :)
Disfrutamos mucho, cuando salía el sol se ponía caluroso, pero no fue problema, al astro rey desde que estamos en París lo hemos visto en total 15 minutos, siempre está totalmente nublado.
Llegó el momento de regresar y lo hicimos hasta Notre Dame, no vimos a Quasimodo ni Esmeralda pero esta Catedral construida en 1140 es otro despelote, te cobran para subir pero no para recorrerla adentro y por si no les comenté como todo aquí, si tienes menos de 26 años y eres ciudadano o residente de la Unión Europea entras a todos pero absolutamente todos los lugares gratis.
De Notre Dame caminamos hasta los Jardines de Luxemburgo y en el camino compramos algunas chucherías de recuerdo, ya no podía mover un pie así que tomamos un metro y volvimos al apartamento a descansar un rato y pegarnos una ducha, llegamos a eso de las 7 y media.
A las 9 volvimos a salir caminando donde a los pies de la torre nos tomamos el barco para hacer el paseo por el Sena; está lindo ver París desde el río de noche pero no es la gran cosa, comparado con los otros paseos si están cortos de tiempo este se lo pueden saltear sin quedarse con pena.
Al regreso nos volvimos a sacar fotos abajo de la torre pero esta vez de noche y toda iluminada, esto si es gratis y no se lo deben perder. Nos comimos unos creps con una cerveza de camino al apartamento y llegamos muertos, seguíamos caminando, puffffffffff. Luego skype con mi familia, una ducha y a la cama donde ¿a qué no saben quien dormía como un Lirón?
Exacto, acertaron.

viernes, 18 de mayo de 2012

París bien vale una misa

París bien vale una misa

Jueves 17 de mayo de 2012

La frase del título de esta entrada se la adjudican a Enrique IV,
rey lujurioso y de vida sibarita que siendo protestante lo
obligaron a pasarse al catolicismo (por favor, estoy repitiendo
lo que le oí al guía, no tengo ni los conocimientos ni el tiempo
ahora de verificar estas aseveraciones), entonces se ve que el
tipo lo pensó un momento y a la mierda con su religión, sigo de
joda en París que esto es una viña :)
El jueves para mi comenzó a las 9 de la mañana, cuando ELLA,
aburrida de su única hora de vigilia, después de apenas 12 horitas
continuadas donde le dio duro y parejo a la almohada, gritó como
al pasar muy pero muy cerca de mi oído: "¡qué rico está este mate!".
En fin, recordemos que esta pobre víctima que escribe había
dormido desde las 20 hasta la media noche, cuando se levantó
a conectarse por skype con su familia, redactar la primera parte
de este viaje y se acostó de nuevo a las 4 de la matina.
Con la mejor cara el tipo se pegó una ducha, no tomó ni medio
mate porque ya no había agua y desayunó un rico café con leche.
Salimos renovados rumbo a la plaza de St. Michel en pleno
barrio latino, donde a las 11
salía un free tour por París con guías en español o en inglés,
había un montón de gente y el grupo en español lo dividieron en
dos porque éramos muchos. Nos tocó una muchacha argentina de unos
25 años que hace 3 que vive en París, estudia turismo e historia,
la gastó, una capa la gurisa, con toda la onda, aprendimos, disfrutamos
y nos reímos mucho, genial; si tienes la suerte de venir a París
no dejes de hacer un free tour, solo necesitas caminar y es un
verdadero placer.
No quiero caer en frases trilladas pero la verdad es que no tengo
palabras para contarles lo maravillosa que es esta ciudad, pero si
alguna vez tuvieron 17 años y salieron con esa chica que les gustaba
y los acompañó a las 9 de la noche a unos de los bancos de la estiva
y siguieron disfrutando como locos luego de que 500 mosquitos se les
prendieron del culo, bueno, esa es la sensación.
Imposible contarles todo lo que nos dijo la guía, pero si te sientas
en el patio trasero del Louvre a descansar, lo más seguro es que no
sepas ni que estás mirando, pero si alguien te cuenta historias de
reyes mientras estás ahí la cosa cambia, y si vas al frente y ves
las pirámides de cristal que no pegan ni con moco con aquella construcción,
y te cuentan que los parisinos estaban enojadísimos con Mitterrand porque
aseguran que era un homenaje de este presidente a su amante Dalila y que
ahoran bromean que por suerte Sarkozy no le hizo a Carla una réplica
del Coliseo en el fondo, pasas sin duda un buen rato, te diviertes,
aprendes y disfrutas mucho más de esta espectacular ciudad.
Tanto nos gustó que quedamos enganchados para hacer otro Tour más tarde
por el barrio de los artistas y bohemios y también conseguimos
unos tickets baratos para pasear en barco por el Sena, bueno, tan barato
no pero no hay más barato en todo París, 10 euros el tour y 10 euros
el paseo en barco de una hora, con copa de vino de invitación.
Entre un tour y otro almorzamos, como a las 4 y media de la tarde, nos
llevó la guía y comimos por 13 euros con bebidas incluidas, comí rana
y Analía pato, no me animé con los caracoles pero todavía estoy a tiempo.
El paseo por el barrio de los artistas estuvo sensacional, con historias
y anécdotas sobre Vincent y Picasso entre otras, pasamos por callecitas
donde no había un solo turista salvo nosotros y también por el Moulin Rouge
donde por 130 euros puedes disfrutar del show y está lleno de gente y
finalmente tomamos una copa de vino en la vereda del bar donde se filmó Amelie.
Como a las 8 y media nos despedimos del grupo, intercambiamos abrazos y besos
como si nos conociéramos de toda la vida y nos fuéramos a extrañar y decidimos
no hacer el paseo en barco si no hasta el otro día, teníamos hambre y nos
fuimos al barrio latino a comer y tomar una cerveza, este es otro lugar
al que hay que ir de noche, está toda la movida y no tiene desperdicio,
más explícitamente, si vas con un grupo de amigos o amigas es aquí donde
vas a pasar la mayor parte del tiempo y si eres soltero o soltera y no
enganchas nada es hora de que vayas pensando en ser misionero en Afganistán.
Tomamos el metro y a las 11 y media estaba ya en el apartamento hablando
por skype con mi niña (nos extrañamos muchísimo), me pegué una ducha y
me metí en la cama donde hacía rato que Analía dormía profundamente.
(Sí Mónica, no ha sido fácil para mi jaaaaaa).

miércoles, 16 de mayo de 2012

Rocha - Carrasco - Orly

Martes 15 de mayo de 2012

El despertador sonó a las 6:40 y dormité 10 minutos hasta que desperté a Analía; como siempre saltó de la cama, se pegó una ducha rápida de 5 minutos y luego me tocó a mi.
A las 7:30 cuando papá pasó a buscarnos (mira si el Willy iba a dejar que nos fuéramos en ómnibus!) para llevarnos al aeropuerto de Carrasco estábamos listos.
Pasamos de largo por el aeropuerto y fuimos hasta Montevideo a levantar los papeles del seguro médico de viaje, la tarde anterior Analía llamó al banco a ver si el seguro de la Visa le cubría el viaje y nos dijeron que aquí en Europa nos pedían para entrar un seguro de 30.000 euros, así que tuvimos que llamar a Leandro para que nos gestionara el seguro en SUAT para darnos tranquilidad (100 dólares por las costillas),
obvio que no nos pidieron ningún seguro cuando aterrizamos en Barajas; a las 10
de la mañana desayunábamos en el Mendizabal y a las 11 estábamos en Carrasco.
El vuelo de Iberia despegó puntual a las 13:45 y se hizo eterno, tal vez porque el avión no se movía para nada, aterrizó en Barajas media hora antes de lo esperado, a la 1 y 10 de la mañana hora de Uruguay, 6 y 10 hora local.

Miércoles 15 de mayo de 2012

El aeropuerto de Barajas es inmenso, nos movimos en un tren desde la terminal T4S hasta la terminal T4 donde esperamos la conexión a París, pasamos por Zara donde Ana se compró un buzito por 9 euros y ahora con el sol dándome en la cara escribo mis primeras impresiones. En Uruguay son las 3 de la mañana, aquí son las 8, ¡el vuelo me robó 5 horas de sueño!
Voy a fijarme en que puerta tengo que embarcar porque aún no está en las pantallas... sigo luego desde París. Bye

Muertos los dos, no pudimos dormir en el viaje, los asientos del avión por demás incómodos, (tomar nota que tener guita y viajar en primera SI hace diferencia je je). Iberia nos ofreció llevarnos hasta la puerta del apartamento por 17 euros cada uno, en vez de los 10 que nos hubiera costado el transporte público, el cansancio inclinó la balanza por el servicio más caro, el chofer vivió 15 años en Colombia así que su español era perfecto, suerte para él que no tuvo que tratar de entender nuestro perfecto sistema de señas.
El camino desde Orly hasta el apartamento, muy cerquita de la torre fue rápido y ya me dio para tener un primer pantallazo, a diferencia de la sensación de derroche, de absoluto consumismo, con aquellos autos gigantes y pantallas por todos lados
que sentí en New York, aquí se respira "normalidad".
El perfil de la torre está presente todo el tiempo, ¡es grande mismo!
Llegamos al apartamento, nada que ver con una buhardilla, super funcional, muy cómodo, moderno, lindo y con guaifai pa poder escribirle a la barra que no me perdí y estoy listo para pasear.
Baño obligado para recuperar fuerzas, medio día hora local, y nosotros ya llevamos un día sin dormir; abajo del apartamento hay un super, compramos una botella de agua, una baguette rellena de paté y 2 postres tipo milhoja, todo por 6 euros, y arrancamos a caminar hacia el Sena que está a cuatro cuadras para dirigirnos
a la Torre Eiffel.
El Sena precioso, nos sentamos a los pies de la torre a dar cuenta de las milhojas (la baguette la liquidamos en el camino de a mordizcos) y nos dispusimos a hacer la kilométrica cola, descubrimos que había dos, una para los cagones y viejitos que te sube en ascensor desde el suelo (nota: hacer esa cola la próxima vez je je) que tenía una demora de 2 horas y otra para los machotes bien machotes que se animan a subir por las escaleras hasta el segundo tramo, en 5 minutos ya teníamos nuestros
tickets de 10 euros en la mano y el primer escalón bajo nuestros pies.
La vista es impresionante, la sensación de estar caminando por uno de los
monumentos más emblemáticos del mundo también, Analía no dejó de sacar fotos cuando llegamos al primer descanso, en realidad no podía subir un escalón más y esa era le excusa :)
¡Ah! me olvidaba, un dato muy importante, aunque estamos en primavera, está frío, si no hubiera comprado el chaleco de 300 pesos en el super URU antes de salir me habría cagado de frío.
Arriba escuchamos a una pareja hablar español y le pedimos que nos sacara una foto, ¿de dónde son? de Uruguay, ja! nosotros también, después un brasilero nos escuchó y nos pusimos a hablar, era de Rio Grande do Sul y nos dio hasta su tarjeta.
Vuelvo a decir: la vista es espectacular, como vi que el arco de triunfo estaba cerquita lo marqué como próximo destino en nuestra caminata.
Bien, cerquita es una definición muy vaga si hace un día que no duermes y subiste 500 escalones, el camino desde la torre hasta una cuadra antes de llegar al arco de triunfo fue en absoluto silencio, cuando me di cuenta le pregunté a Ana como se sentía y alcanzó a decir que si no se sentaba moriría allí mismo, jaaaa, veníamos
con la reserva, nos sentamos en un banco y nos pusimos a programar nuestros próximos pasos mapa en mano, decisión unánime, visitar el arco de triunfo y tomarnos el metro para volver al apartamento.
Me puse a mirar el tráfico y me di cuenta que hay muchas muchas motos, no vi ninguna Winner (estos franceses no tienen idea de lo que es un buen vehículo), son motonetas grandes (muy grandes) o motos del estilo de la BMW Z1200 que son las que vi más.
Caminamos la cuadra que nos faltaba y llegamos a la rotonda del Arc de Triomphe, allí una belga muy hermosa nos preguntó en un perfecto inglés como se llegaba hasta el arco (hay que pasar por un túnel que va por debajo de la calle) y Analía en una especie de portuñol con spanglish y una mímica digna del mejor mimo le dijo que tenía que encontrar la boca del tunel (¡imagínense la mímica jajajajaj!). Yo la tranquilicé a la belga diciéndole: We are from Uruguay and only speak in Spanish, but follow us, we same direction (a lo indio) and She doesn't bite, me dijo que hablaba alemán, francés e inglés y caminó con nosotros (de mi lado claro está).
También se puede subir al Arco del Triunfo pero eran otros 10 euros por persona, así que cuidando nuestro presupuesto nos sentamos abajo a descansar, se me acerca un yanqui y me pregunta si vamos a subir, le digo que no y le hago la seña inequívoca de que no tengo un mango pa comprar la entrada y el tipo me dice que me da sus dos tickets porque su mamá se sintió mal y no quiere subir, tanto Analía como yo entendimos su inglés a la perfección, le dije zenkiu agarré las dos entradas y corrí hacia el portero, ni un segundo le di para que se arrepintiera.
Se sube por unas escaleras en caracol como las del faro de La Paloma, mis gemelos engarrotados y Analía desde atrás prendida a mi cinto no colaboró nada con mis últimas reservas, la vista me encantó y sacamos unas buenas fotos, había gente hablando en chino, inglés, francés, alemán, árabe, español y vaya a saber en que diablos más.
Bajamos, entramos al metro, le compramos a la máquina 10 boletos a 12 euros y emprendimos el regreso, el metro con el mapa es fácil de utilizar, hasta hicimos trasbordo a otra línea para salir exactamente a 2 cuadras del apartamento.
Con mímica y señas compramos en una rotisería que solo hablaban francés unos bocadillos muy pero muy buenos y en el super antes de entrar leche, pan, salame, café, azúcar y por supuesto vino, toda la compra, rotisería más super por 15 euros.
Comimos con el sol entrando por la ventana y se nos hicieron las 8 y media, muertos nos fuimos a la cama, antes hablé por skype con mamá y Agustín, un lujo la tecnología, supongo que se hará de noche a eso de las 9 y media.
Me desperté a las 12 y media de la noche, Analía ronca como un tractor, escribí todo esto y ya son las 3 y cuarto de la madrugada del jueves, ahora si me voy a la cama, mañana hacemos un Free Tour en español a las 11 de la mañana que dura 3 horas y media.