Lunes 21 de mayo de 2012
Intentaré volver a escribir sin faltas
y con claridad, se que no es excusa pero los dos últimos días he
escrito absolutamente cansando, al
borde de mis fuerzas y sin acceso a internet para corregir las dudas.
Anoche
descansamos, el vuelo de ayer nos mató y hoy puedo decir que a no
ser por el par de litros de cerveza que tengo en las venas, estoy
totalmente recuperado.
A las
10 de la mañana Analía se dispuso a hacer unas tostadas y calentar
la leche, yo aproveché para darme una ducha, me estaba secando
cuando oigo:
- ¡Christian! ¡Christian! ¡Están intentando abrir la puerta!
- ¿Cómo?
- Es Tamás Kis, ¿qué hago?
- Ábrele
- ¡Ni loca!
- Dale, tírame la bermuda y un buzo que ya salgo
- ¿Le abro entonces?
- Si, claro, no te preocupes
Salí
a los 10 segundos y allí estaba Tamás, impertérrito, paradito
dentro del apartamento con cara de “lo se todo, veo lo que hacen”,
me costó unos instantes darme cuenta que no lo veía bien, una
cortina de humo blanco había invadido el monoambiente.
¿Qué
pasaba? Analía había olvidado una feta de pan en la tostadora y
ésta se carbonizó por completo, me reí, la puse en un plato y se
la mostré a Tamás, ni la miró. (estamos seguros que él ya sabía
lo que pasaba, tiene cámaras ocultas por todo el apartamento)
Sacó
un papel escrito en un perfecto húngaro y nos pidió que lo
llenáramos, era el contrato de alquiler, donde entre otras cosas
decía que estaba prohibido incendiar el apartamento :)
Llené
el papel con su ayuda y le pregunté si tenía el código de acceso
de alguna de las redes que veía mi máquina, yes, fue todo lo que
obtuve por respuesta, caminó 2 pasos hasta un mueble, sacó una
lapicera y en uno de los 100 folletos que yo tenía arriba de la mesa
me escribió el código, fácil como todo lo húngaro: Sm6741jX
Tamás
Kis vive en el mismo edificio donde nos alquila el apartamento, dijo
que en el número 5, obvio que es imposible saber cual es porque
ninguno tiene número, vive con su esposa, tampoco hemos visto ni
oído voz de mujer alguna y la verdad es que es igualito y se mueve
igual al protagonista de la sensacional película: “La vida de los
otros”. (Véanla si no lo han hecho).
El
apartamento tiene entre otras cosas un equipo de aire acondicionado,
no hemos encontrado el control, este equipo está altísimo, a más
de tres metros y está frente al sillón que se convierte en cama y
en el cual dormimos; tiene una luz roja y otra amarilla prendidas (a
ver Rapha, ¿qué serán las lucecitas?) y cuando apagamos la luz
estos ojitos endemoniados nos miran. Estoy seguro que Tamás (¿será
este su nombre?) nos mira en su habitación llena de monitores.
Prendí
la compu para ver si me podía conectar y Tamás no se movía un
ápice de donde estaba, tanto es así que Analía exasperada le
preguntó, con un inglés excelente (esta chica está llena de
sorpresas): “Do you need something else?”
Tamás
dijo que esperaba a ver si yo me conectaba, Analía lo arrió hasta
la puerta diciéndole que si, que todo estaba perfecto (mi máquina
aún no había levantado).
Aprovechamos
para buscar un free tour en español y solo encontramos en inglés, a
las 10 y media y a las 2 y media para los trasnochados, el reloj
indicaba las 11 así que solo nos quedaba el de las 2 y media.
Decidimos
ir al mercado de comidas y luego volver para el punto de encuentro, a
media cuadra del apartamento, estamos en pleno centro de Pest a 2
cuadras del Danubio y a 4 de la zona de pubs.
En el
mercado decidimos probar comida típica, el goulash (ni idea como se
escribe), es como nuestros bifes con papa pero con chorizo picante,
muy rico pero una bomba, lo bajamos con bastante cerveza.
En el
camino me encontré con una ciudad muy pero muy limpia, muy ordenada
y muy silenciosa; los autos respetan al peatón al punto de la
exasperación, si pones un pie en una cebra TODOS pero TODOS paran,
en las esquinas que no hay semáforos te ceden el paso y si te tiras
mal en medio de la calle igual paran y ni siquiera ponen cara de
molestos.
Volvimos
por la orilla del Danubio, tremendísimo río, ancho y caudaloso,
majestuoso.
A las
2 y media estábamos en el punto de encuentro, tres guías, hablamos
con uno de ellos y le preguntamos a ver si tenían algún tour en
español, que no, pero que no nos preocupáramos que era una buena
oportunidad para practicar nuestro inglés y que como ellos no son
hablantes nativos de inglés iba a ser fácil entendernos.
Nos
quedamos con ellos.
Dividieron
el grupo y nos fuimos con el que hablaba más despacio, bromeó que
entre el spanglish y el hunglish nos íbamos a entender todos.
Después
de media hora me dolía la cabeza, el esfuerzo constante por tratar
de entender me tenía loco, empecé a entender menos y Analía hacía
rato que había decidido mirar, caminar, sacar fotos y no escuchar.
Cruzamos
el Danubio, mucho viento arriba del puente, pero la temperatura
espectacular, subimos una colina y seguimos escuchando o entendiendo
parte de las historias.
La
barrera del idioma es una traba, tengo ganas de volver a clases de
inglés, disfrutamos el tour pero no todo lo que podríamos haberlo
hecho.
Al
terminar me acerqué al guía y le dije que de noche quería salir
pero estaba preocupado porque no sabía si era peligroso o no, me
tranquilizó y me dijo que no hay crimen en Hungría.
Llegamos
al apartamento como a las 7, con ganas de ir a alguno de los spa
termales que nos propuso el guía, pero desistimos de la idea, otra
vez sentí esa sensación de inseguridad, fragilidad, vulnerabilidad
cuando caminábamos solos por las calles de la ciudad.
Me
puse a conversar con mi familia por skype y luego me tiré un rato a
descansar, Analía se puso a colgar algunas fotos en el face y yo me
dormí escuchándola decir que lástima que la portatil no tenga
lamparilla.
Pasaron
20 minutos y Analía sorprendida y con cara de asustada me dijo de
nuevo:
- Están tanteando el pestillo
- ¿ehhhmmmm?
- ¿who is?Silencio...
- ¿who is?
- Tamás
Despiértate
Christian es Tamás, hazlo pasar y listo, lo sentí parado al lado de
mi cabecera y traté de incorporarme, ya no estaba.
- ¿Qué quería?
- Nada, me trajo una lamparilla.
¡Chan!
Nos
duchamos y salimos hacia la zona de los boliches y pubs, esperaba
encontrar el bullicio de París, pero obvio que no, la noche invitaba
a salir, muchos boliches, poca gente y silencio, mucho silencio, no
había música, o si había bien bajita, ta, es lunes ¿no?
Analía
eligió la cerveza y yo la piza, elegí una con picante, todavía
tengo la boca dormida, eso que nos tomamos un par de litros.
Charlamos,
charlamos, me contó que en el viaje de ciencias económicas cuando
andaban de 6 o 7, o 15 o 20 nunca sintieron miedo y nosotros solitos
sentimos escalofríos en cada esquina oscura.
Es la
identidad de grupo, me dijo.
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