lunes, 21 de mayo de 2012

The Doors


Sábado 19 de mayo de 2012

Con la adrenalina al mango en el ómnibus que me lleva al aeropuerto de Beauvais, (después les cuento por qué) les hago la historia del día de ayer, hoy ya es domingo y estoy dejando París.
Mi mañana comenzó muy dulce y tranquila, Analía me despertó a eso de las 10 (if you know what I mean), la ducha obligada para comenzar el día después de desayunar y a la calle.
Los planes que hicimos el viernes de noche fueron: ir a las catacumbas y después de ahí tomar el metro hasta el cementerio de le peré, sugerencia de Fernando Wilkins en el face para visitar la tumba de Jim Morrinson.
A eso de las 11 y media llegamos a las catacumbas, la cola parecía larga, así que comenzamos a caminar en sentido contrario para llegar al final, pues bien, dimos vuelta la manzana y el final estaba muy pero muy cerca del principio, un cálculo rápido de los pies que había por metro lineal, la distancia ocupada por la cola, los carteles que explicaban que cada visita dura 45 minutos y no pueden entran más de 200 personas por visita y que la última entrada es a las 4 porque a las 5 cierran las puertas, nos dio rápidamente la idea de que aunque tuviéramos paciencia era muy probable que perdiéramos toda la tarde parados haciendo nada para no poder entrar.
Con este panorama pasamos al plan B, ir hasta el cementerio de le peré, pero con una pequeña variante: agarrar el mapa e ir a pie (nota: si se me ocurre otra vez algo así martillarme los huevos antes de hacerlo), caminamos unas tres horas por París, fuera del circuito turístico y pudimos apreciar un París tranquilo, arreglado, de veredas muy anchas, muchos árboles, mamás con sus niños, algunos (muy pocos) bichicomes sin sus perros (a ver si se entiende, muy pocos bichicomes, todos ellos sin perros), muchas motos grandes pasando rápido por las calles y muchas bicicletas. Intentamos alquilar unas bicis, están estacionadas por todo París trancadas a un poste, las puedes sacar con una tarjeta que te emite la máquina que está al lado de cada estacionamiento de bicicletas, pero la transacción se lleva a cabo si pones tu tarjeta de crédito para que en caso de no devolver la bici te descuenten 150 euros, así que como no estamos acostumbrados a dejar depósitos y menos a una máquina francesa no lo hicimos y seguimos caminando. (nota 2: no importa el depósito, ¡la próxima alquila la puta bici!).
Por el camino pasamos por el monumento a la toma de la bastilla que está frente a la opera de París, o viceversa, justo coicidimos con un desfile callejero bien organizado al estilo de un carnaval nuestro, pero cada agrupación tenía un estilo musical diferente, estuvimos un rato mirando, aprovechando para descansar. A poco de seguir nos topamos con una feria no muy grande, de artistas, pero los cuadros aunque muy bonitos algunos de ellos eran caros para nosotros, nada bajaba de 50 o 60 euros, así que seguimos tranquilos caminando.
Encontramos un supermercado bastante grande que más que supermercado parecía una gran heladera gigante, ahí compramos vino, más queso, agua, saca corcho, postres, una gran tableta de chocolate y un par de ensaladas envasadas, una de tomate, queso y albaca y otra de trigo bourñol, con el almuerzo listo (porque ya teníamos un hambre bárbaro) seguimos hacia el cementerio.
No es nuevo lo que voy a escribir pero la verdad es que París es divino, vimos también en la calle estacionamientos sobre el cordón para autos eléctricos, hay un poste de metal donde sacas un cable y enchufas tu auto, los autos dicen algo así como auto azul, cero polución, le saqué varias fotos a uno de ellos que estaba enchufado.
Con las piernas y los pies derruidos llegamos al cementerio, no he estado en muchos de ellos, así que me sorprendió su tamaño y me pareció, si es que el adjetivo le cabe a un cementerio, hermoso.
No compramos el mapa del cementerio que una muchacha ofrecía a la entrada del mismo por 2,50 euros, entonces le sacamos una foto al mapa dentro del cementerio, ese que dice: Ud. está aquí y nos guiamos mirando la foto. Mientras buscábamos la tumba de Jim Morrinson nos sacamos varias fotos, cuando la encontramos me saqué una foto para Fernando y emprendimos el regreso porque teníamos muchas ganas de sentarnos a comer, antes grabamos un pequeño video también para Fernando pero me quedó de 128 Megas, así que no se lo voy a poder enviar por e-mail como pensaba.
De más está decir que el regreso lo hicimos en metro, (mierda, no veo nada, ya voy en el avión hacia Budapest y el sol refleja muchísimo sobre la capa de nubes que tenemos debajo y el que va en la ventanilla no baja la persianita) el destino: pont d'art, el puente donde los artistas iban a pintar, está frente al Louvre, es de madera y es peatonal, como anécdota sus barandas que son de una malla de alambre muy grueso están abarrotadas de candados, cada pareja que se jura amor eterno y tiene ganas pone un candado allí y tira las llaves al Sena, nosotros decidimos que un candado de 5 euros excedía nuestro presupuesto así que ante la asombrada mirada de todos los turistas y parisinos nos sentamos contra la baranda en medio del punte, mirando el sena y armamos nuestro picnic; descorché la botella de vino, sacamos el queso y las ensaladas, brindamos y comimos locos de felices bajo una garúa constante que ni mella nos hizo, el poder del amor y el vino es más poderoso que el de la lluvia; terminamos de comer y seguimos con el vino, pero se nos acercó una pareja de policías y nos dijo que estaba prohibido tomar en la vía pública, así que llené las tacitas de plástico y guardé lo que quedaba en la mochila. Regresamos al apartamento riéndonos a carcajadas y bastante entonados, eran cerca de las nueve.
Nos duchamos, descansamos un rato, Analía habló por skype con su familia como una hora y a las 10 y media de la noche fuimos a caminar por la avenida champs elise para despedir a París, Cenamos en el barrio latino, ¿les dije que la movida de este lugar es increíble? y nos despedimos de París.

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