domingo, 27 de mayo de 2012

Juegos, diversión y computadoras

Viernes 25 de mayo de 2012

Juegos, diversión y computadoras.

El jueves fue maratónico, por eso nos levantamos bastante tarde y a mediodía recién estábamos desayunando.
Analía insiste con la compra de la computadora, quiere que se me vaya la cara de reverendo pelotudo triste, bueno, vamos a ver - le digo - e insisto en que en el shopping de la parada de metro tiene que haber algún local con venta de productos electrónicos.
Recorremos el shopping que es bastante grande y encontramos un local llamado «cyberport» con venta de celulares, computadoras, notebooks, netbooks, TVs al estilo de los best buy que vi en New York. Recorremos las góndolas mirando rápidamente los precios, le digo a Analía que busque la más barata, a los 2 minutos me dice: “estimado cliente, le informo que la mejor compra con la mejor relación costo beneficio es una acer que vi justo ahí”.
La miro, es la misma que me habían ofrecido en la otra casa, me acerco a un vendedor y le digo que una netbook de la misma marca pero un poco mejor en internet me sale 250 euros y no 290, el tipo que habla peor el inglés que yo me dice que por ese precio la máquina viene sin Windows y que no sirve para nada, se me iluminan los ojos, le digo que me muestre la máquina y sus características, la busca en una de las terminales y me imprime la hoja.
Leo cuidadosamente, Acer Aspire One D270, 2 gigas ram, 320 de disco, batería de 6 celdas por 265 euros, miro a Analía, y ella le dice al vendedor: ¡ya! ¡tráigame esa máquina!, el tipo de un saltito hacia atrás con cara de susto y le traduzco, solo me salen señas, pero con mi cara de felicidad y el dedo apuntando a la hoja que me dio entendió clarito.
Foto en la puerta del comercio, con mi nueva cara y nueva computadora.
Hasta el hostel a dejarla para salir a pasear, la prendo, viene con freeDOS, pienso que no tengo un pendrive y tampoco una imagen de linux por ningún lado, así que bajo y me siento en la pc del hostel, bajo un iso de xubuntu en 10 minutos y lo dejo guardado en una carpeta.

En todos los mapas de la ciudad está marcada una rueda gigante, el día anterior la habíamos visto de lejos, así que para allá salimos a ver la tan famosa rueda gigante, luego nos enteramos que tiene 64 metros de altura y es la más antigua de Europa.
Cuando llegamos nos encontramos con el Parque Rodó, nada más que mucho más grande, con juegos mucho más audaces y modernos, con música clásica de fondo y sin la vista de la playa Ramírez (punto en contra).
La rueda es gigante de verdad, pero no me llamó la atención y pasé de largo por ella, mirando fijamente como león a la cebra una torre altísima con unas sillitas colgando de cadenas.
Por la torre sube y baja un anillo de metal con brazos hacia afuera cual tentáculos de pulpo y de cada brazo cuelga con cadenas de unos 10 metros de largo una silla doble, a su vez el anillo gira y con él las sillas alrededor de la torre.
Convencí a Analía y me acompañó, poca gente en el parque, así que no tuvimos que esperar ni hacer cola, les comento al margen que un día la llevé al Cerro San Antonio y casi muere del susto en el aereocarril, pues bien, nos sentamos en las sillitas, tocamos las cadenas tan gruesas como para atar a un pequinés o un gato, nos pusimos el cinto de seguridad y antes aún de que aquello comenzara a moverse, con el suelo en la punta de nuestros pies nos cagamos hasta los pelos.
Aquello empezó a subir.
Fue tal la sensación de inseguridad que no pude disfrutar ni un momento del juego, mis amigos saben que me gusta la adrenalina, que hasta en paracaídas me he tirado, que puedo subir y bajar de una montaña rusa 50 veces sin marearme y además fascinado, pues esta vez no, fue imposible. Me distraje un momento cuando Analía con la voz absolutamente quebrada dijo que se iba a poner a llorar y repetía sin cesar: ¡Ay la puta madre, qué hago aquí, qué mal me siento!
Intenté tranquilizarla pero tuve que confesarle que el miedo que estaba sintiendo era tal que estaba seguro que estaba cagado de verdad. Ella miró al horizonte y parece que le hizo bien y pudo calmarse un poco, yo tenía que mirar para abajo y también para arriba, por más cagaso que tuviera no me perdonaría no mirar, 117 metros de altura tiene la torre y la sillita en la que voy sentado parece hecha con una tapa de olla y las cadenas, ¡ay las cadenas!, finas como una pulserita.
Amantes de los juegos de riesgo, de la adrenalina, no les recomiendo para nada este juego, ¡es horrible!
Después que alcanza la altura máxima y comienza a bajar se detiene a unos 20 metros de altura y el anillo empieza a girar de forma desaforada, como si fuera el tanque de centrifugado de una lavadora, la fuerza hace que las cadenas se estiren y queden casi paralelas al suelo, ahí le copié las palabras a Analía ¡Ay la puta madre, qué hago aquí!
Nos llevó unos 15 minutos recuperarnos sentados en un banco sin decir una palabra, ella juró que nunca más se subiría a una cosa parecida.
Recuperados y con el valor de podernos reír de la experiencia vivida, a por más juegos fuimos.
Elegimos una montaña rusa en la que vas dentro de una cápsula acostado, tal cual como van los que hacen ala delta, esto estuvo genial, una sensación absolutamente diferente, genera adrenalina, vértigo y no miedo.
Con la cuota de juegos cumplida con creces nos fuimos hasta el centro de nuevo, dimos una vuelta y yo tenía la cabeza en instalarle un sistema operativo a la máquina para poder conectarme con mi familia a la noche, además escribir en papel es mucho más lento y cansador. Analía se dio cuenta y me dijo que fuéramos para el hostel, previo paso por un super porque quería comprar algo para cocinar para la cena.
Compré un pendrive y no lo pude hacer booteable porque se necesita acceso de administrador para tal tarea y las máquinas del hostel no me brindaban esa posibilidad; pregunto donde hay un ciber y nadie sabe, con la proliferación de las redes inalámbricas y las computadoras portátiles estos negocios desaparecieron.
Salgo del hostel a caminar un poco y despejarme, no puedo creer que no pueda instalarle xubuntu a la máquina porque no puedo hacer un pendrive arrancable, a las 5 cuadras veo un cartel: NetCafé, ¡no puedo creer!, entro, hablo con la muchacha que atiende y me dice en español: «que xubuntu ni que leche, no entiendo nada lo que hablas, pero te habilito una máquina y lo intentas»
- ¿Eres española?
- No, Serbia.
- ¿Y por qué hablas tan bien el español y con acento español?
- Pues porque he vivido el año pasado allí.
- Y por lo que veo también hablas alemán
- Si claro, llevo algunos años viviendo en Austria, con excepción del pasado.
- Obvio que hablas inglés ¿no?
- Si, trato con turistas todo el tiempo, además mi lengua nativa es el serbio.
Me quedé pensando, me llamó poderosamente la atención que la muchacha hablando 4 idiomas trabajara como empleada en un ciber.
El tema es que luchando con las máquinas viejas del ciber logré al cabo de una hora más o menos tener mi pendrive booteable con xubuntu, de ahí al hostel, instalé el sistema operativo y pude volver a hablar por skype con mi casa.
Cenamos unos tallarines de chuparse los dedos, un poco de ensalada, y salimos a la calle en busca de alguna birra, encontramos un lugar que nos gustó, dimos cuenta de un par de ellas cada uno y a dormir.
Al otro día nos esperaba Bratislava.

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