Rocha, 5 de marzo,
16:17.
Mensaje en WhatsApp:
Gastón: Ya se fue
el Agu mijo?
Yo: Estoy con los
dedos sobre el teclado, pero todavía no puedo escribir. Está en San
Pablo esperando el vuelo a Londres.
Son las dos de la
mañana, casi no pude dormir, Analía acomoda a Amanda en la silla de
seguridad del auto, laxa, no sale del mundo de los sueños.
Salgo a la ruta, con
mucho tiempo de anticipación, voy a buscar a tu hermano en el centro
de Montevideo para volver al aeropuerto a tiempo para despedirte,
recorro los pocos más de doscientos kilómetros en un par de horas,
estaciono frente al apartamento, Andrés tiene la ventana abierta, la
persiana subida y saca su cabeza y me saluda gritando como si fuera
medio día en vez de las cuatro de la mañana.
Yo venía taciturno,
casi no había intercambiado palabras en el viaje con Analía, Andrés
está sonriente, alegre, me hace pasar, me muestra como pintó todo
el apartamento, está inmaculado, paso al baño, huele a fabuloso y
agua jane, también está impecable, me mira desparramando buena onda
y me larga: - y ñery, que onda la milanga?.
Me hace reír, me
contagia, nos abrazamos, - se va el Agu, - me dice, y otra vez el
nudo en el pecho.
Salimos para
Carrasco hablando de todo y de nada, Andrés nos hace reír con sus
anécdotas del trabajo.
Son las cinco de la
mañana, llegan papá y mamá, traen a Lucas y Gaby, se que estás
por llegar con tu madre, miro ansioso buscándote.
Ya estamos juntos,
vamos en patota a hacer el check in, la funcionaria pregunta:
- ¿Viajan todos?
- No, no, solo él.
Todo son bromas,
risas, que si llegarás, que si llegarán las maletas, que vas a
terminar en Dubai.
Tienes que pasar a
la zona de embarque, nos empiezas a abrazar uno por uno, lloras a
raudales, llegas hasta mi, me dices al oído:
- gracias por esto
pa
- aprovéchalo,
logro responder, y te vas.
Estoy feliz por ti
hijo, pero no puedo dejar de llorar.
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